Así que cambien su forma de actuar y hagan lo que el Señor, su Dios, les diga, para que no tenga que llevar a cabo el desastre que ha anunciado que hará caer sobre ustedes.
Los malvados deben cambiar sus costumbres y dejar de pensar en hacer algo malo. Deben volverse al Señor para que él tenga misericordia de ellos. Vuelvan a nuestro Dios, porque él es generoso con su perdón.
Yo hice este acuerdo con sus antepasados cuando los saqué de Egipto, del horno de hierro, diciendo: “Obedézcanme y hagan todo lo que les ordeno, y serán mi pueblo y yo seré su Dios”.
Así que dile al pueblo de Judá y a los que viven en Jerusalén que esto es lo que dice el Señor: ¡Cuidado! Estoy preparando un desastre para ustedes, y elaborando un plan contra ustedes. Abandonen todos ustedes sus malos caminos. ¡Vivan bien y actúen bien!
“¿Acaso Ezequías, rey de Judá, o cualquier otra persona del país, lo hizo matar? ¿No respetó Ezequías al Señor y le suplicó? ¿No cambió el Señor de opinión sobre el desastre que había anunciado contra ellos? Pero nosotros estamos a punto de provocar un gran desastre”.
Tal vez te escuchen, y cada uno de ellos renuncie a sus malas costumbres, para que yo no tenga que llevar a cabo el desastre que pienso hacer caer sobre ellos a causa de las cosas malas que hacen.
Una y otra vez les he enviado a muchos de mis siervos los profetas para decirles ¡Todos, dejen sus malos caminos y hagan lo que es correcto! No sigan a otros dioses ni los adoren. Vivan en la tierra que les di a ustedes y a sus padres. Pero no me han hecho caso ni me han obedecido.
Tal vez cuando el pueblo de Judá se entere de todos los desastres que pienso hacer caer sobre ellos, todos dejarán de hacer sus malas acciones. Entonces perdonaré su culpa y su pecado.
Si se quedan aquí mismo en este país, entonces los edificaré y no los derribaré; los plantaré y no los desarraigaré, porque estoy muy triste por el desastre que he provocado en ustedes.
“Diles: En mi vida, declara el Señor Dios, no me produce ningún placer que los malvados mueran. ¡Me gustaría que dejaran de pecar y vivieran! ¡Dejen de pecar! ¿Por qué han de morir, pueblo de Israel?
Y oró al Señor y le dijo: “Señor, ¿no era esto lo que yo te decía cuando estaba en mi casa? ¡Por eso huí a Tarsis desde el principio! Porque yo sabia que eres un Dios misericordioso y compasivo, muy paciente y lleno de amor, que se arrepiente de enviar el desastre.
El Señor va a reivindicar a su pueblo; será misericordioso con sus siervos cuando vea que no les quedan fuerzas y que todos se han ido, ya sean esclavos o libres.
Cuando el Señor proveyó a Israel de jueces, estuvo con cada juez y salvó al pueblo de sus enemigos durante la vida de ese juez, porque el Señor se compadecía de su pueblo, que gemía bajo sus opresores y perseguidores.