Entonces el Señor le explicó a Abrán: “Puedes estar seguro de que tus descendientes serán extranjeros en otras naciones, donde sufrirán esclavitud y maltratados por 400 años.
Pero Dios se le apareció a Abimelec en un sueño, y le dijo: “¡Presta atención! Morirás, porque la mujer que has tomado ya está casada. Ella tiene un esposo”.
Por la noche vi a un hombre sentado en un caballo rojo que se paró en medio de unos mirtos en un valle angosto. Detrás de él había caballos rojos, marrones y blancos, con sus jinetes.
“Esta es la profecía de Balaam, hijo de Beor, la profecía de un hombre que ve con los ojos bien abiertos, la profecía de uno que oye las palabras de Dios, que ve la visión dada por el Todopoderoso, que se inclina con respeto con los ojos abiertos.
Un día, cerca de las 3 p.m. Cornelio tuvo una visión en la que vio claramente a un ángel de Dios que venía hacia él y lo llamaba, diciendo: “¡Cornelio!”
En Damasco vivía un seguidor de Jesús. Su nombre era Ananías, y el Señor le habló en una visión. “¡Ananías!” llamó el Señor. “Estoy aquí, Señor”, respondió Ananías.
El Señor le dijo a Gedeón: “Hay demasiados soldados contigo para que les entregue a los madianitas, pues de lo contrario Israel se jactará ante mí diciendo: ‘Me salvé con mis propias fuerzas’.