Entonces José dijo a sus hermanos, “¡Todos pueden ver por ustedes mismos, incluyendo a mi hermano Benjamín, que realmente soy yo quien les habla!
No se daban cuenta de que José entendía lo que decían porque le hablaban a través de un intérprete.
Me aseguraré de que tengan comida, porque aún quedan cinco años de hambruna por venir. De lo contrario, tú y tu familia y tus animales van a morir de hambre’”.
Díganle a mi padre cuánto me respetan en Egipto. Cuéntenle todo lo que han visto. ¡Deprisa! ¡Traigan a mi padre aquí rápidamente!”
“Miren mis manos y mis pies, miren que soy yo. Tóquenme y saldrán de dudas, porque un espíritu no tiene carne ni huesos, así como ven que yo tengo”.
Entonces le dijo a Tomás: “Coloca aquí tu dedo, y mira mis manos. Coloca tu mano en la herida que tengo en mi costado. ¡Deja de dudar y cree en mí!