La esposa de Jeroboam hizo lo que le dijeron. Se levantó y fue a la casa de Ahías en Silo. Ahías no podía ver: se había quedado ciego a causa de su edad.
Antes de que los guardianes de la casa tiemblen y los hombres fuertes se dobleguen, los moledores dejen de trabajar porque sólo quedan unos pocos, y los que miran por las ventanas sólo vean tenuemente,