Al llegar en la noche, hizo que los camellos se arrodillaran junto a un fuente que estaba a las afueras de la ciudad. Esta era la hora en que las mujeres salían a buscar agua.
Y oró: “Gracias Señor, Dios de mi señor Abraham”. “No has olvidado tu promesa y tu fidelidad con mi señor. ¡Y Señor, tú me has guiado directamente al hogar de los familiares de mi señor Abraham!”
“Por favor, ven conmigo, bendito del Señor”, le dijo Labán. “¿Qué esperas aquí? Tengo la casa preparada para ti, y un lugar donde los camellos pueden estar”.
En el canal de Ahava convoqué un ayuno para confesar nuestros pecados ante Dios y pedirle un viaje seguro para nosotros y nuestros hijos, junto con todas nuestras posesiones.
Señor, por favor responde a mi oración y a las oraciones de los que aman adorarte. Por favor, permíteme tener éxito hoy y haz que el rey simpatice conmigo’”. Yo era el copero del rey.
“Venimos de parte de Cornelio, un hombre bueno, devoto, que tiene temor de Dios y es respetado entre el pueblo judío”, respondieron. “Un ángel lo instruyó para que enviara a buscarte y llevarte hasta su casa para escuchar lo que tú tienes para decirle”.
Pero el criado le respondió: “¡Espera! Hay un hombre de Dios en esta ciudad. Tiene muy buena fama, y todo lo que dice se cumple. Vamos a verle. Tal vez él pueda decirnos qué camino debemos tomar”.