“Yo aún no había terminado de orar en silencio cuando vi a Rebeca que iba a buscar agua, cargando su cántaro sobre su hombro. Descendió hasta la fuente para buscar agua, y le dije: ‘Por favor, dame de beber’.
Así que partió hacia Sarepta. Cuando llegó a la entrada de la ciudad, vio a una mujer, una viuda, que recogía palos. La llamó y le preguntó: “¿Podrías traerme un poco de agua en un vaso para que pueda beber?” .
“Tú eres un judío, y yo soy una mujer samaritana. ¿Cómo puedes pedirme que te dé de beber?” respondió la mujer, pues los judíos no se asocian con los samaritanos.