Como verán, tengo dos hijas vírgenes. Puedo traerlas para que hagan con ellas lo que quieran, pero por favor no le hagan nada a estos hombres. Yo soy responsable de cuidarlos”.
También permítanme traerles algo de comer para que puedan recobrar sus fuerzas cuando sigan el camino, ahora que ha venido a visitarme”. “Nos parece bien”, respondieron ellos. “Haz lo que has dicho”.
Comparte tu comida con los hambrientos, acoge en tu casa a los pobres y a los que no tienen techo. Cuando veas a alguien desnudo, dale ropa, y no rechaces a tus propios parientes.
El dueño de la casa salió y les dijo: “¡Hermanos míos, no actúen con tanta maldad! Este hombre es un invitado en mi casa. ¡No cometan semejante acto tan repugnante!
Miren, aquí están mi hija virgen y la concubina de ese hombre. Dejen que las saque y podrán violarlas y hacer con ellas lo que quieran. Pero no hagan algo tan repugnante con este hombre”.
El arbusto espinoso respondió a los árboles: ‘Si de verdad son sinceros al ungirme como su rey, venid a refugiaros a mi sombra. Pero si no, ¡que salga fuego del espino y queme los cedros del Líbano!’