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Referencias Cruzadas
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Génesis 18:27

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“Como ya comencé, permíteme seguir hablando con mi Señor, aunque no soy nadie sino apenas polvo y cenizas”, continuó Abraham.

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18 Referencias Cruzadas  

“¿Qué si hay cuarenta y cinco personas buenas – solo cinco menos – ¿Aun así vas a destruir toda la ciudad solo porque son menos personas buenas?” “No la destruiré si encuentro cuarenta y cinco personas buenas”, respondió el Señor.

Entonces el Señor formó al hombre Adán con polvo de la tierra. Y sopló en sus fosas nasales el aliento de vida, y Adán se convirtió en un ser vivo.

Tendrás que sudar para cultivar suficiente comida hasta que mueras y regreses a la tierra. Porque fuiste hecho del polvo de la tierra, y al mismo polvo regresarás”.

Oré: “Dios mío, me siento tan avergonzado y abochornado de venir a orar a ti, Dios mío, porque estamos sobrepasados por el pecado, y nuestra culpa ha subido a los cielos.

Me ha arrojado al barro; me ha humillado como polvo y ceniza.

¿cuánto más los que viven en estas casas de barro, cuyos cimientos se basan en el polvo, que se deshacen como la ropa por causa de la polilla?

Señor, ¿Qué somos los seres humanos para que nos mires? ¿Qué somos los mortales para que te preocupes por nosotros?

¿Qué son los seres humanos para que pienses en ellos? ¿Qué somos las personas para que cuides de nosotros?

Pero Moisés suplicó al Señor su Dios, diciendo: “¿Por qué estás enojado con el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto con tremendo poder y gran fuerza?

Entonces el polvo vuelve a la tierra de la que salió, y el aliento de vida vuelve a Dios que lo dio.

Yo grité: “¡Estoy condenado! Voy a morir porque soy un hombre de labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros, porque he visto al Rey, al Señor Todopoderoso”.

Pero tú, Señor, eres nuestro Padre. Nosotros somos el barro, tú eres el alfarero. Nos has hecho con tus propias manos.

Jesus les contó este relato para animarlos a orar en todo momento y no rendirse:

Cuando Simón Pedro vio lo que había ocurrido, se postró de rodillas ante Jesús. “¡Señor, por favor, aléjate mí, porque soy un hombre pecador!” exclamó.




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