“Este es un acto de Dios”, le dijeron los magos al Faraón. Pero el Faraón eligió ser obstinado y duro de corazón, y no quiso escuchar a Moisés y Aarón, como el Señor había predicho.
Los oficiales del Faraón se acercaron a él y le preguntaron: “¿Cuánto tiempo vas a dejar que este hombre nos cause problemas? Deja que esta gente se vaya para que puedan adorar al Señor su Dios. ¿No te das cuenta de que Egipto ha quedado destruido?”
Pero entre todos los israelitas ni siquiera el ladrar de un perro molestará a las personas o a sus animales. Así sabrán que el Señor distingue entre Egipto e Israel.
Entonces el jefe de los sacerdotes y los Fariseos convocaron una reunión del Concilio Supremo. “¿Qué haremos?” preguntaban. “Este hombre está haciendo muchos milagros.
“¿Qué debemos hacer con estos hombres?” preguntaron. “No podemos negar que por medio de ellos ha ocurrido un milagro importante. Todos los que viven aquí en Jerusalén saben de ello.
“Si van a enviar de vuelta el Arca del Dios de Israel, no la envíen con las manos vacías, sino asegúrense de enviar junto con ella un regalo de ofrenda por la culpa para él”, respondieron. “Entonces serán sanados y entenderán por qué los ha tratado así”.
pero no dejen de vigilarla. Si sube por el camino hacia su patria, hacia Bet-Semes, entonces es el Señor quien nos ha causado todo este terrible problema. Pero si no lo hace, entonces sabremos que no fue él quien nos castigó, sino que nos ocurrió por casualidad”.