Pero cuando ya no pudo esconderlo más, cogió una cesta de papiro y la cubrió con alquitrán. Luego puso a su bebé en la cesta y lo colocó entre los juncos, a lo largo de la orilla del Nilo.
Y se dijeron unos a otros: “Vengan, juntemos ladrillos y cocinémoslos con fuego”. (Ellos usaron ladrillo en lugar de piedra, y alquitrán en lugar de cemento).
En ese tiempo, había muchos pozos de alquitrán en el Valle de Sidín, y cuando los reyes de Sodoma y Gomorra huían tras ser vencidos, algunos de sus hombres cayeron en ellos, mientras los demás corrieron hacia las montañas.
Ellos envían mensajeros río abajo en barcas de papiro. Veloces mensajeros, vayan y lleven un mensaje a un pueblo alto y de piel suave, a un pueblo temido por todos, a una nación muy poderosa de conquistadores, cuya tierra es arrastrada por los ríos.
Los canales comenzarán a apestar; las ramas del Nilo en Egipto se secarán hasta quedar en un hilillo y se secarán; las cañas y los juncos se marchitarán.
La tierra seca será como un estanque, la tierra árida como manantiales de agua. En el lugar donde los chacales que solía vivir, habrá hierba, cañas y juncos.
Después que se fueron los sabios, un ángel del Señor se le apareció a José en un sueño, y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huyan a Egipto. Quédense allí hasta que yo se los diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.
Cuando Herodes se dio cuenta que había sido engañado por los sabios, se enojó mucho. Entonces envió hombres para que matasen a todos los niños de Belén y de las regiones cercanas que tuvieran menos de dos años de edad. Esto se basaba en el marco de tiempo que escuchó de los sabios.