Por fe en Dios, los padres de Moisés lo ocultaron durante tres meses después de nacer. Reconocieron que era un niño especial. Y no temieron ir en contra de la orden que se había dado.
Su cola arrastró una tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. El dragón se puso justo delante de la mujer que estaba dando a luz, para comerse a su hijo al nacer.