Por la presente emito este decreto: Cualquiera del pueblo de Israel o de sus sacerdotes o levitas en mi reino que voluntariamente decida ir a Jerusalén con ustedes puede hacerlo.
Entonces Harbona, uno de los eunucos que asistían al rey, dijo “Amán levantó un poste junto a su casa para Mardoqueo, aquel cuyo informe salvó la vida del rey. El poste tiene cincuenta codos de altura”. “¡Empaladlo en él!”, ordenó el rey.
“Si le place a Su Majestad”, respondió Ester, “permita que los judíos de Susa hagan mañana lo mismo que han hecho hoy, siguiendo el decreto. Además, que los diez hijos de Amán sean empalados en postes”.
Un hombre podría tener cien hijos, y envejecer, pero no importaría lo larga que fuera su vida si no pudiera disfrutarla y al final recibir un entierro decente. Yo diría que un niño nacido muerto estaría mejor que él.
Balaam dirigió su atención a los amalecitas y dio esta declaración sobre ellos, diciendo, “Amalec fue el primero entre las naciones, pero terminarán siendo destruidos”.
Pero Cristo nos ha rescatado de la maldición de la ley al convertirse en maldición por nosotros. Como dice la Escritura: “Maldito todo aquél que es colgado en un madero”.