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Referencias Cruzadas
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Daniel 10:8

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Me quedé solo para ver esta maravillosa visión. Mis fuerzas se agotaron y mi rostro se puso pálido como la muerte. No me quedaba ni un gramo de fuerza.

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15 Referencias Cruzadas  

Y cuando Jacob se fue de Peniel, ya salía el sol, e iba cojeando por su cadera fracturada.

“Iré a echar un vistazo”, se dijo a sí mismo Moisés. “Es muy extraño ver un arbusto que no se queme”.

Entonces el que parecía un ser humano me tocó los labios y pude hablar. Le dije al que estaba frente a mí: “Señor mío, desde que vi la visión he estado agonizando y me siento muy débil.

¿Cómo puedo yo, tu siervo, hablarte, mi señor? No tengo fuerzas y apenas puedo respirar”.

Este es el final del resumen. En cuanto a mí, Daniel, mis pensamientos me perturbaron mucho y mi rostro palideció, pero me lo guardé todo para mí.

Después de esto, yo, Daniel, quedé exhausto y estuve enfermo durante días. Luego me levanté y volví a trabajar para el rey, pero estaba desolado por lo que había visto en la visión y no podía entenderlo.

Observé cómo la cabra cargaba furiosamente contra el carnero, golpeándolo y rompiéndole los dos cuernos. El carnero no tenía fuerzas para resistir el ataque de la cabra. La cabra tiró al carnero al suelo, pisoteándolo, y no hubo posibilidad de rescatarlo del poder de la cabra.

Me sacudí por dentro cuando oí esto. Mis labios temblaron ante el sonido. Mis huesos se volvieron gelatina y temblé allí donde estaba en pie. Espero en silencio el día en que vendrá la tribulación sobre aquellos que nos atacaron.

Cuando oyeron esto, los discípulos cayeron sobre sus rostros, completamente aterrorizados.

(¡En realidad, él no sabía qué decir porque los tres discípulos estaban muy asustados!)

“Se acerca el momento—de hecho está a punto de ocurrir—cuando ustedes se separarán; cada uno de ustedes irá a su propia casa, dejándome solo. Pero yo no estoy realmente solo, porque el Padre está conmigo.

Además, como las revelaciones fueron tan asombrosas, y para que no pudiera enorgullecerme de ello, se me dio una “espina en la carne”—un mensajero de Satanás, para herirme a fin de que no me volviera orgulloso.

Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él me tocó con su mano derecha y dijo: “No tengas miedo, yo soy el primero y el último.




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