Me quedé solo para ver esta maravillosa visión. Mis fuerzas se agotaron y mi rostro se puso pálido como la muerte. No me quedaba ni un gramo de fuerza.
Entonces el que parecía un ser humano me tocó los labios y pude hablar. Le dije al que estaba frente a mí: “Señor mío, desde que vi la visión he estado agonizando y me siento muy débil.
Después de esto, yo, Daniel, quedé exhausto y estuve enfermo durante días. Luego me levanté y volví a trabajar para el rey, pero estaba desolado por lo que había visto en la visión y no podía entenderlo.
Observé cómo la cabra cargaba furiosamente contra el carnero, golpeándolo y rompiéndole los dos cuernos. El carnero no tenía fuerzas para resistir el ataque de la cabra. La cabra tiró al carnero al suelo, pisoteándolo, y no hubo posibilidad de rescatarlo del poder de la cabra.
Me sacudí por dentro cuando oí esto. Mis labios temblaron ante el sonido. Mis huesos se volvieron gelatina y temblé allí donde estaba en pie. Espero en silencio el día en que vendrá la tribulación sobre aquellos que nos atacaron.
“Se acerca el momento—de hecho está a punto de ocurrir—cuando ustedes se separarán; cada uno de ustedes irá a su propia casa, dejándome solo. Pero yo no estoy realmente solo, porque el Padre está conmigo.
Además, como las revelaciones fueron tan asombrosas, y para que no pudiera enorgullecerme de ello, se me dio una “espina en la carne”—un mensajero de Satanás, para herirme a fin de que no me volviera orgulloso.