Entonces el que parecía un ser humano me tocó los labios y pude hablar. Le dije al que estaba frente a mí: “Señor mío, desde que vi la visión he estado agonizando y me siento muy débil.
Mientras seguía orando, Gabriel, a quien había visto anteriormente cuando tuve la visión, vino volando rápidamente hacia mí a la hora del sacrificio vespertino.