Mi amor, por favor, dime a dónde vas a llevar tu rebaño. ¿Dónde los harás descansar al mediodía? Porque ¿por qué tengo que llevar un velo mientras te busco entre los rebaños de tus compañeros?
Las mandrágoras desprenden su fragante aroma; estamos rodeados por toda clase de delicias, tanto nuevas como antiguas, que he guardado para ti, mi amor.
Pero este es el acuerdo que voy a hacer con el pueblo de Israel en ese momento, declara el Señor. Pondré mis leyes dentro de ellos y las escribiré en sus mentes. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Yo pondré este tercio en el fuego, y lo refinaré como la plata, los probaré como se prueba al oro. Ellos clamarán por mi ayua, y yo les responderé. Diré: “Este es mi pueblo”, y ellos dirán: “El Señor es mi Dios”.
He sido justificado con Cristo, de modo que ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí. La vida que ahora vivo en este cuerpo, la vivo confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí.