Pero ¿quién puede construirle un Templo para que viva en él, pues los cielos, incluso los más altos, no pueden contenerlo, y quién soy yo para atreverme a construirle una casa, salvo para quemarle incienso?
“Pero, ¿realmente vivirá Dios aquí en la tierra entre la gente? Los cielos, incluso los más altos, no pueden contenerte, ¡y mucho menos este Templo que he construido!
Esto es lo que dice el Señor: El cielo es mi trono, y la tierra es donde pongo mis pies. Entonces, ¿dónde estará esa casa que vas a construir para mí? ¿Dónde me acostaré para descansar?
Pero Jesús respondió: “¿Ven todos estos edificios? Les digo la verdad: no quedará piedra sobre piedra. ¡Cada una de las piedras que queden serán derribadas!”
Pero viene el tiempo—y de hecho, ya llegó—cuando los adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, porque este es el tipo de adoradores que el Padre quiere.
Ellos no se habían contaminado al pecar con mujeres. Eran espiritualmente vírgenes. Son los que siguen al Cordero dondequiera que él va. Fueron redimidos de la humanidad como primicias para Dios y el Cordero.
y cantaban el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero: “Lo que has hecho es extraordinario y maravilloso, Oh Señor Dios, El Todopoderoso. Tus caminos son justos y verdaderos, Rey de las naciones.
Estos son los espíritus demoníacos que hacen milagros, que salen a reunir a todos los reyes de todo el mundo para la batalla en el día del juicio de Dios, el Todopoderoso.
De su boca salió una espada afilada para herir las naciones. Él gobernará el mundo con una vara de hierro, y él mismo pisotea el lagar del juicio de Dios, el Todopoderoso.
Cada una de las cuatro criaturas vivientes tenía seis alas, que también estaban cubiertas de ojos. Día y noche decían sin parar: “Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso, que era, es y vendrá”.
Entonces vi a un Cordero que parecía como si lo hubieran sacrificado. Estaba en pie en el centro, junto al trono y las cuatro criaturas vivientes, en medio de los ancianos. Tenía siete cuernos y siete ojos que son los siete Espíritus de Dios que son enviados a toda la tierra.
Por eso ellos pueden estar en pie frente al trono de Dios, y le sirven día y noche en su Templo. Aquél que está sentado en el trono los protegerá con su presencia.