Su cuerpo brillaba como una joya; su rostro era tan brillante como un relámpago; sus ojos eran como antorchas ardientes; sus brazos y piernas brillaban como el bronce pulido; y su voz sonaba como el rugido de una multitud.
Mientras yo observaba, se colocaron tronos y el Anciano de los Días tomó asiento. Sus ropas eran blancas como la nieve y sus cabellos parecían la lana más pura. Su trono ardía como las llamas; sus ruedas, como el fuego ardiente.
“Escribe esto al ángel de la iglesia de Tiatira: Esto es lo que dice el Hijo de Dios, el que tiene ojos como fuego ardiente y pies como metal refinado.