Colocó guarniciones en el reino arameo con capital en Damasco, e hizo que los arameos se sometieran a él y les exigió el pago de impuestos. El Señor le daba victorias a David por donde quiera que iba.
Cuando todos los reyes aliados de Hadad-ezer se dieron cuenta de que habían sido derrotados por Israel, hicieron la paz con David y se sometieron a él. Como resultado, los arameos tuvieron miedo de seguir ayudando a los amonitas.
Ahora es el momento de hacerlo, porque el Señor le prometió a David: ‘Por medio de mi siervo David voy a salvar a mi pueblo Israel de los filisteos y de todos sus enemigos’”.
He estado contigo dondequiera que has ido. He destruido a todos tus enemigos delante de ti, y haré que tu reputación sea tan grande como la de las personas más famosas de la tierra.
David también derrotó a los moabitas. Los hizo tumbarse en el suelo y los midió con un tramo de cuerda. Midió dos tramos para los que debían morir, y un tramo de cuerda para los que debían vivir. Entonces los sometió bajo su gobierno, y les exigió que pagaran impuestos.
Salomón dominaba todos los reinos desde el río Éufrates hasta el país de los filisteos, hasta la frontera de Egipto. Presentaron tributo a Salomón y le sirvieron durante su vida.
El resto de lo que sucedió en el reinado de Jeroboam, todo lo que hizo, sus grandes logros y las batallas que libró, y cómo recuperó para Israel tanto Damasco como Jamat, están registrados en el Libro de las Crónicas de los Reyes de Israel.
Tiempo después, Jonatán atacó la guarnición de los filisteos en Geba. Los filisteos no tardaron en enterarse, así que Saúl hizo sonar la trompeta de llamada a las armas por todo el país, diciendo: “Hebreos, presten atención!”
Un día Jonatán, hijo de Saúl, le dijo al joven escudero: “Vamos, crucemos a la guarnición filistea del otro lado”. Pero no le hizo saber a su padre acerca de sus planes.
Entonces los filisteos entraron en pánico, en el campamento, en el campo y en todo su ejército. Incluso los que estaban en los puestos de avanzada y los grupos de asaltantes se aterrorizaron. La tierra se estremeció. Era terror proveniente de Dios.
Jonatán le dijo al joven que llevaba la armadura: “Vamos, crucemos a la guarnición de estos hombres paganos. Tal vez el Señor nos ayude. Al Señor no le cuesta ganar, sea por muchos o por pocos”.