Mientras estaban en la gran roca de Gabaón, Amasa los alcanzó. Joab estaba vestido para la batalla. Sobre su ropa llevaba un cinturón alrededor de la cintura con una daga en su vaina. Al avanzar, se le cayó.
Cuando la gente que estaba allí vio la serpiente colgando de su mano, se dijeron unos a otros: “Este hombre debe ser un asesino. Aunque escapó de la muerte en el mar, la justicia no lo dejará vivo”.