El camino de Dios es absolutamente correcto. La palabra del Señor es digna de confianza. Es un escudo para todos los que acuden a él en busca de protección.
El rey David y sus hombres fueron a Jerusalén para atacar a los jebuseos que vivían allí. Los jebuseos le dijeron a David: “Nunca entrarás aquí. Hasta los ciegos y los cojos podrían impedírtelo”. Estaban convencidos de que David no podría entrar.