Isbi-benob, uno de los descendientes de Refa, cuya lanza de bronce pesaba trescientos siclos, y que llevaba una espada nueva, dijo que iba a matar a David.
En el decimocuarto año, Querdolaómer los invadió junto con sus reyes aliados. Vencieron a los refaítas en Astarot Carnayin, a los zuzitas en Jam, a los emitas en Save Quiriatayin,
Y en esos días había gigantes en la tierra, y aún después los hubo también. Estos nacieron después de que los hijos de Dios se acostaran con las hijas de este pueblo. Sus hijos se volvieron grandes guerreros y hombres de renombre en la antigüedad.
En otra batalla en Gat, había un hombre gigantesco, que tenía seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie, haciendo un total de veinticuatro. También él descendía de los gigantes.
Atravesaron el Néguev y llegaron a Hebrón donde vivían Ahiman, Seshai y Talmai, los descendientes de Anac. Esta ciudad fue construida siete años antes que la ciudad egipcia de Zoán.
¿Adónde vamos? Nuestros hermanos nos aterrorizaron porque nos dijeron: ‘La gente es más grande y alta que nosotros; los pueblos son grandes, con altos muros que llegan hasta el cielo. ¡Hasta vimos a los descendientes del gigante Anac allí!’”
Eran un pueblo fuerte y numeroso, tan alto como los descendientes de Anac. Pero el Señor los destruyó cuando los amonitas los invadieron y los expulsaron y se establecieron allí,
(Sólo Og, rey de Basán, quedó de la raza de los Refaim. Tenía una cama de hierro de nueve codos de largo y cuatro de ancho. Todavía está en la ciudad amonita de Rabá).
Los habitantes del paísson fuertes y altos; son los descendientes de Anac. Todos ustedes los conocen y han oído el dicho: “¿Quién podría derrotar a los hijos de Anac?”
El asta de su lanza era tan gruesa como una viga de tejedor, con una punta de hierro que pesaba seiscientos siclos. Su escudero caminaba delante de él llevando su escudo.