Todos sus hijos e hijas trataron de consolarlo, pero él rechazaba sus intentos. “No”, dijo, “bajaré a mi tumba llorando por mi hijo”. Así que el padre de José siguió llorando por él.
Mucho tiempo después murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Cuando Judá terminó el tiempo de luto, fue a visitar a sus esquiladores en Timná con su amigo Hirá de Adulán.
Tus hijos e hijas serán llevados como esclavos a otras naciones mientras tú miras, y te desgastarás llorando por ellos, pero no habrá nada que puedas hacer al respecto.