Entonces Natán se fue a su casa. El Señor hizo que el hijo que la mujer de Urías había dado a luz a David se pusiera muy enfermo.
“Pero como al hacer esto has tratado al Señor con total desprecio, el hijo que tienes morirá”.
David suplicó a Dios en favor del niño. Ayunó, se dirigió a su habitación y pasó la noche tumbado en el suelo con ropa de silicio.
El Señor tocó al rey y tuvo lepra hasta el día de su muerte. Vivió aislado en una casa aparte. Su hijo Jotam estaba a cargo del palacio y era el verdadero gobernante del país.
Jereboam nunca recuperó su poder durante el reinado de Abías. Finalmente, el Señor lo abatió y murió.
Cuando te alejas de ellos, se aterrorizan; cuando retiras su aliento de vida, ellos mueren y regresan al polvo.
De inmediato el ángel del Señor lo derribó, porque no le dio la gloria a Dios. Y fue consumido por los gusanos y murió.
¡Escuchen! ¡Yo soy el único Dios! ¡No hay otro Dios excepto yo! Traigo la muerte y doy la vida; hiero y curo. Nadie puede ser rescatado de mi poder.
Unos diez días después, el Señor abatió a Nabal y éste murió.
Vive el Señor, el Señor mismo lo matará. O le llegará su hora y morirá, o irá a la batalla y lo matarán.