Ellos son mis hermanos de raza, los israelitas, el pueblo escogido de Dios. Dios les reveló su gloria e hizo tratados con ellos, dándoles la ley, el verdadero culto, y sus promesas.
Así que todos nosotros, con nuestros rostros descubiertos, vemos y reflejamos al Señor como en un espejo. Estamos siendo transformados conforme a la misma imagen del espejo, cuya gloria es cada vez más brillante. Esto es lo que hace el Señor, que es el Espíritu.
Si ustedes siembran conforme a su naturaleza humana pecaminosa, de esa misma naturaleza segarán autodestrucción. Pero si siembran conforme al Espíritu, cosecharán vida eterna.
Ellos nos disciplinaron por un tiempo, en lo que ellos consideraban inapropiado, pero Dios lo hace por nuestro bien, a fin de que podamos participar de su carácter santo.
Por eso él es el mediador de una nueva relación de pacto. Puesto que la muerte ha ocurrido para liberarlos de los pecados cometidos bajo la relación del primer pacto, ahora los que son llamados pueden recibir la promesa de una herencia eterna.
Ante los ojos de nuestro Dios y Padre, la religión pura y genuina consiste en visitar huérfanos y viudas que sufren, y guardarse de la contaminación del mundo.
Esta carta viene de parte de Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, quien la envía a los que participan con nosotros de la preciosa fe en nuestro Dios y Salvador Jesucristo, el único que es verdaderamente justo y bueno.
El Señor no demora el cumplimiento de su promesa, como algunos definen la demora, sino que está siendo muy paciente con ustedes. Pues no quiere que ninguno se pierda, sino que todos se arrepientan.
Amigos míos, ya somos hijos de Dios, pero lo que llegaremos a ser no se ha revelado todavía. Pero sabemos que cuando él aparezca seremos como él, porque lo veremos como él es realmente.