Luego me levanté durante la noche y salí con unos pocos hombres. No le expliqué a nadie lo que mi Dios había puesto en mi mente para hacer por Jerusalén. Sólo tomé un caballo para montar.
Así que cuando les escribí, no era para hablarles respecto al agresor ni del agredido, sino para mostrarles cuán fieles son ustedes a nosotros, ante los ojos de Dios.
Y no solo con su llegada, sino con el ánimo que ustedes le dieron a él. Él nos contó cuánto deseaban verme, cuán tristes y preocupados estaban por mí, lo cual me hizo aún más feliz.
Si alguno pregunta sobre Tito, digan que es mi compañero. Trabaja conmigo en favor de ustedes. Los otros hermanos son representantes de las iglesias y que honran a Cristo.
“Porque Dios puso en sus mentes que hicieran lo que él quería, que tuvieran un mismo acuerdo: ceder su reino a la bestia, para que se cumplan las palabras de Dios.