Y no solo con su llegada, sino con el ánimo que ustedes le dieron a él. Él nos contó cuánto deseaban verme, cuán tristes y preocupados estaban por mí, lo cual me hizo aún más feliz.
Deja que sea una persona buena la que me castigue con amor y que me corrija. Sería como una unción, y no me negaré a ello. Pero aún así oraré por los que hacen el mal.
Entonces Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: “Antes de que el gallo cante, negarás tres veces que me conoces”. Entonces salió y lloró amargamente.
Cuando llegó y vio con sus propios ojos cómo estaba obrando la gracia de Dios, se deleitó en esto. Y animó a todos a que se consagraran por completo a Dios y a mantenerse fieles.
Aunque los hice entristecer con la carta que les escribí, no me arrepiento, aunque sí me arrepiento porque la carta los haya entristecido, pero fue solo por un poco tiempo.
Porque mi esperanza y más grande anhelo es no hacer ninguna cosa de la cual me pueda avergonzar. Por el contrario, deseo fervientemente – como siempre – que incluso en este momento Cristo sea grandemente honrado a través de mí, ya sea que viva o muera.
Aunque no estoy allí, físicamente, con ustedes, los acompaño en espíritu. Estoy muy contento de ver la manera como ustedes están unidos y cuán firmes están en Cristo.
Ahora Timoteo ha vuelto después de haberlos visitado, y nos ha traído buenas noticias sobre su fe en Dios y el amor que tienen. Nos ha dicho que aún tienen recuerdos gratos de nosotros, y que anhelan vernos así como nosotros deseamos verlos a ustedes.
Elías era un hombre que tenía la misma naturaleza humana que nosotros. Él oró con sinceridad para que no lloviera, y no llovió en la tierra durante tres años y medio.
Amigos, desde antes ya anhelaba la oportunidad de escribirles acerca de la salvación de la cual somos partícipes. Pero ahora necesito escribirles urgentemente y animarlos a defender enérgicamente la verdad acerca de Dios, que fue dada una vez y para siempre al pueblo santo de Dios.