Nos enorgullecemos en el hecho—y nuestra conciencia lo confirma—de que hemos actuado de manera apropiada con las personas, especialmente con ustedes. Hemos seguido los principios de Dios de santidad y sinceridad, no conforme a la sabiduría mundanal, sino por la gracia de Dios.
¿Acaso en qué fueron ustedes inferiores a las demás iglesias, sino en el hecho de que no fui una carga para ustedes? ¡Les ruego que me perdonen por hacerles mal!
Pero sí hemos renunciado a los actos secretos y vergonzosos. No actuamos con engaño ni distorsionamos la Palabra de Dios. Nosotros demostramos lo que somos al revelar la verdad ante Dios, a fin de que todos puedan decidirse a conciencia.
Nosotros seguimos, no importa si recibimos honra o deshonra, si somos maldecidos o alabados. La gente nos llama fraude, pero nosotros decimos la verdad.
¡Por favor, abran un espacio para nosotros en sus corazones! No le hemos hecho mal a nadie, no hemos corrompido a nadie, ni nos hemos aprovechado de nadie.