Cuando Saúl vio al ejército filisteo, se aterrorizó y tembló de miedo.
Sonidos aterradores llenan sus oídos, e incluso cuando piensan que están a salvo, el destructor los atacará.
El terror asusta a los malvados, los persigue por todas partes, les muerde los talones.
¡Cuán rápido son destruidos! Su fin es espantoso.
Lo que el malvado teme, eso le sucederá; pero lo que el justo anhela, le será dado.
Cuando la familia real de Judá fue informada, “Aram y Efraín tienen una alianza”, Acaz y su pueblo se aterrorizaron y se estremecieron como árboles en el bosque sacudidos por el viento.
Su rostro palideció, y se asustó mucho. Sus piernas cedieron y sus rodillas se golpearon.
Los ejércitos filisteos se reunieron y acamparon en Sunem. Saúl convocó a todo el ejército israelita y acampó en Gilboa.
Pidió consejo al Señor, pero éste no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas.