Entonces Sarai se quejó con Abrán: “¡Esto que estoy sufriendo es por tu culpa! Te entregué a mi esclava para que te acostaras con ella, y ahora que sabe que está embarazada me trata con menosprecio. ¡Que el Señor decida entre los dos quién es el culpable, si tú o yo!”
Que el Dios de Abraham y el Dios de Nacor, el Dios de nuestros antepasados, sea el que juzgue entre nosotros cualquier disputa”. Jacob, a su vez, hizo la solemne promesa en nombre de maravilloso Dios de su padre Isaac.
Jonatán le dijo a David: “Vete en paz, porque los dos hemos hecho un juramento solemne en nombre del Señor. Dijimos: ‘El Señor será testigo entre tú y yo, y entre mis descendientes y los tuyos para siempre’”. Entonces David se marchó, y Jonatán volvió a la ciudad.