Cuando el filisteo miró de cerca, pudo ver que David era sólo un joven apuesto de cara roja, y entonces trató a David con desprecio.
“Si vienen en son de paz, tómenlos vivos”, ordenó. “Si vienen a atacar, tómenlos vivos”.
El orgullo lleva a la destrucción. Y un espíritu arrogante conduce a la caída.
Así que Isaí mandó a buscarlo y lo trajo delante de Samuel. Tenía una tez roja y unos ojos hermosos, y tenía buen parecer. El Señor dijo: “Ve a ungirlo, porque es él”.
“No puedes ir a luchar contra ese filisteo”, respondió Saúl. “Tú eres sólo un muchacho, y él es un guerrero entrenado desde su juventud”.
El filisteo se acercó a David, cada vez más cerca, con su escudero al frente.