“¿Has visto cómo se ha humillado Acab ante mí? Porque se ha humillado ante mí, no traeré el desastre durante su vida, sino que haré caer el desastre sobre su familia en vida de su hijo”.
como te conmoviste y te arrepentiste ante Dios cuando oíste sus advertencias contra este lugar y contra su pueblo – quese convertiría en desolación y en maldición – yporque te rasgaste las vestiduras y lloraste ante mí, yo también te he oído, declara el Señor.
Entonces Ezequías se disculpó por su arrogancia, al igual que el pueblo de Jerusalén, y la ira del Señor ya no cayó sobre ellos durante la vida de Ezequías.
Su oración y la forma en que Dios le respondió, así como todos sus pecados e infidelidades, y dónde construyó lugares altos y levantó postes de Asera e ídolos antes de admitir que estaba equivocado, están registrados en los Registros de los Videntes.
Moisés y Aarón fueron a ver al Faraón y le dijeron: “Esto es lo que dice el Señor, el Dios de los hebreos: ‘¿Hasta cuándo te negarás a humillarte ante mí? Deja ir a mi pueblo, para que me adore.
Pero Moisés suplicó al Señor su Dios, diciendo: “¿Por qué estás enojado con el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto con tremendo poder y gran fuerza?
Esto es lo que dice el que está por encima de todo, el que vive en la eternidad, cuyo nombre es santo: Yo vivo en un lugar alto y santo, junto a los que se arrepienten y actúan con humildad, restaurando sus espíritus y animándolos.
Todos sus mejores soldados morirán en la batalla, y los que sobrevivan serán dispersados en todas direcciones. Entonces sabrás que yo, el Señor, he hablado.
Por eso tomé medidas contra ellos y los exilié en los países de sus enemigos. Sin embargo, si humildemente abandonan su actitud obstinada y aceptan el castigo por sus pecados,
“Les aseguro, que este hombre se fue a su casa justificado ante los ojos de Dios y no el otro. Porque los que se exaltan serán humillados, pero los que se humillan serán exaltados”.
pero que a su debido tiempo reveló por medio de su palabra, en el mensaje que se me encomendó predicar, siguiendo el mandato de Dios, nuestro Salvador.