Al día siguiente, hicimos una breve pausa en Sidón, y Julio, con mucha amabilidad, permitió que Pablo saliera del barco y visitara a sus amigos para que pudieran darnos provisiones necesarias.
Y cerca de allí había tierras que pertenecían a Publio, el funcionario principal de la isla. Él nos recibió y cuidó de nosotros durante tres días con mucha hospitalidad.
Todos los creyentes tenían un mismo pensar y un mismo sentir. Ninguno de ellos consideraba nada como suyo sino que compartían todas las cosas unos con otros.
Hermanos y hermanas, les ruego en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que estén en armonía y no divididos. Por el contrario, desarrollen una conducta y propósito de estar unidos.
De modo que cuando una parte del cuerpo sufre, todas las demás partes sufren con ella, y cuando una parte del cuerpo es bien tratada, entonces todas las demás partes del cuerpo están felices también.
No hagan ninguna cosa con un espíritu egoísta u orgulloso, sino piensen con humildad unos de otros cosas mejores que las que piensan de ustedes mismos.
Siendo que ustedes son el pueblo especial de Dios, santo y amado entrañablemente, tomen una naturaleza cordial que sea amable, humilde, mansa y paciente.
Sin embargo, la sabiduría que viene de arriba es pura sobre todas las cosas, y también trae paz. Es noble y abierta a la razón. Está llena de misericordia y produce cosas buenas. Es genuina y no hipócrita.
Observen que siempre decimos que son benditos los que perseveran. Han oído hablar de la paciencia de Job, y han visto cómo el Señor condujo todo a un fin positivo, porque el Señor está lleno de compasión y misericordia.
Jóvenes, hagan lo que los ancianos les dicen. Sin duda deberían todos servirse unos a otros con humildad, porque “Dios aborrece a los orgullosos, pero obra en favor de los humildes”.
La razón por la que sabemos que hemos ido de la muerte a la vida es porque amamos a nuestros hermanos y hermanas en la fe. Porque el que no ama sigue muerto.