Permítanme explicarles lo que quiero decir. Todos ustedes andan diciendo: “Yo sigo a Pablo”, o “Yo sigo a Apolo”, o “Yo sigo a Pedro”, o “Yo sigo a Cristo”.
Él lo llevó donde estaba Jesús. Mirándolo fijamente, Jesús le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Pero ahora te llamarás Cefas”, (que significa “Pedro”).
No obstante, les digo, mis hermanos y hermanas: nuestros cuerpos presentes no pueden heredar el reino de Dios. Estos cuerpos mortales no pueden heredar lo eterno.
En cuanto a nuestro hermano Apolo: le insistí en que fuera a verlos junto con los otros creyentes, pero no tenía disposición de ir en el momento. Él irá a visitarlos cuando tenga la oportunidad de hacerlo.
Ahora, hermanos y hermanas, he hecho esta aplicación para mí y para Apolos como un ejemplo para ustedes. De esta manera aprenderán a no ir más allá de lo que ha sido escrito, y no preferirán a uno más que al otro con arrogancia.
Les digo, hermanos y hermanas, que el tiempo es corto, y de ahora en adelante, para los que están casados puede que parezca como si no estuvieran casados,
¡Miren lo que tienen delante de sus ojos! Todo el que crea que pertenece a Cristo debe pensarlo dos veces, porque así como ellos pertenecen a Cristo, nosotros también le pertenecemos.
y cuando reconocieron también la gracia que me había sido dada, entonces Santiago, Pedro y Juan, quienes llevaban la responsabilidad de ejercer el liderazgo de la iglesia, estrecharon sus manos conmigo y Bernabé, aceptándonos como sus compañeros de trabajo.