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Lucas 20 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)


La autoridad de Jesús

1 Un día, Jesús enseñaba al pueblo en el Templo. Mientras les predicaba la buena noticia, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, junto con los líderes judíos.

2 ―Dinos con qué autoridad haces esto —lo interrogaron—. ¿Quién te dio esa autoridad?

3 ―Yo también voy a hacerles una pregunta a ustedes —respondió él—. Díganme,

4 el bautismo de Juan, ¿era divino o humano?

5 Ellos, pues, lo discutieron entre sí: «Si respondemos: “divino”, nos dirá: “¿Por qué no le creyeron?”.

6 Pero, si decimos: “humano”, todo el pueblo nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era un profeta».

7 Así que le respondieron: ―No sabemos de dónde era.

8 Entonces Jesús les dijo: ―Pues yo tampoco les voy a decir con qué autoridad hago esto.


La parábola de los labradores malvados

9 Pasó luego a contarle a la gente esta parábola: ―Un hombre plantó un viñedo, se lo alquiló a unos labradores y se fue de viaje por largo tiempo.

10 Llegada la cosecha, mandó un siervo a los labradores para que le dieran parte de la cosecha. Pero los labradores lo golpearon y lo despidieron con las manos vacías.

11 Les envió otro siervo. Pero también a este lo golpearon, lo humillaron y lo despidieron con las manos vacías.

12 Entonces envió un tercero, pero aun a este lo hirieron y lo echaron fuera.

13 »Entonces pensó el dueño del viñedo: “¿Qué voy a hacer? Enviaré a mi hijo amado; seguro que a él sí lo respetarán”.

14 Pero, cuando lo vieron los labradores, se dijeron el uno al otro: “Este es el heredero. Matémoslo, para que la herencia sea nuestra”.

15 Así que lo arrojaron fuera del viñedo y lo mataron. »¿Qué les hará el dueño?

16 Volverá, acabará con esos labradores y dará el viñedo a otros». Al oír esto, la gente dijo: ―¡Dios no lo quiera!

17 Mirándolos fijamente, Jesús les dijo: ―Entonces, ¿qué significa esto que dicen las Escrituras: »“La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra principal”?

18 Todo el que caiga sobre esa piedra quedará despedazado y, si ella cae sobre alguien, lo hará polvo».

19 Los maestros de la Ley y los jefes de los sacerdotes se dieron cuenta de que la parábola iba dirigida contra ellos. Así que buscaron la manera de arrestarlo en aquel mismo momento, pero temían al pueblo.


El pago de impuestos

20 Entonces, para vigilarlo, enviaron espías que fingían ser gente justa. Pensaban atrapar a Jesús diciendo algo malo y así poder entregarlo a la autoridad del gobernador.

21 ―Maestro —dijeron los espías—, sabemos que lo que dices y enseñas es correcto. No juzgas por las apariencias, sino que de verdad enseñas cómo obedecer a Dios.

22 ¿Nos está permitido pagar impuestos al césar o no?

23 Pero Jesús, dándose cuenta de sus malas intenciones, respondió:

24 ―Muéstrenme una moneda romana. ¿De quién son esta imagen y esta inscripción? ―Del césar —contestaron.

25 ―Entonces, denle al césar lo que es del césar y a Dios, lo que es de Dios.

26 No pudieron atraparlo en lo que decía en público. Así que, admirados de su respuesta, se callaron.


El matrimonio en la resurrección

27 Luego, algunos de los saduceos, que decían que no hay resurrección, se acercaron a Jesús y le plantearon un problema:

28 ―Maestro, Moisés nos enseñó qué hacer cuando un hombre muere sin dejar hijos. Dijo que el hermano de ese hombre tiene que casarse con la viuda para darle un hijo a su hermano.

29 Pues bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos.

30 Entonces el segundo

31 y el tercero se casaron con ella, y así sucesivamente murieron los siete sin dejar hijos.

32 Por último, murió también la mujer.

33 Ahora bien, en la resurrección, ¿de cuál será esposa esta mujer, ya que los siete estuvieron casados con ella?

34 ―La gente de este mundo se casa y se da en casamiento —les contestó Jesús—.

35 Pero los que sean dignos de tomar parte en el mundo venidero por la resurrección no se casarán.

36 Tampoco podrán morir, pues serán como los ángeles. Son hijos de Dios porque toman parte en la resurrección.

37 Pero que los muertos resucitan lo dio a entender Moisés mismo en el pasaje sobre la zarza. Pues allí llama al Señor “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”.

38 Y él no es Dios de muertos, sino de vivos. Así que para él todos ellos viven.

39 Algunos de los maestros de la Ley le respondieron: ―¡Bien dicho, Maestro!

40 Y ya no se atrevieron a hacerle más preguntas.


¿De quién es hijo el Cristo?

41 Pero Jesús les preguntó: ―¿Cómo es que dicen que el Cristo es hijo de David?

42 David mismo declara en el libro de los Salmos: »“Dijo el Señor a mi Señor: ‘Siéntate a mi derecha,

43 hasta que ponga a tus enemigos por debajo de tus pies’ ”.

44 Si David lo llama “Señor”, ¿cómo puede entonces ser su hijo?».

45 Mientras todo el pueblo lo escuchaba, Jesús les dijo a sus discípulos:

46 ―Cuídense de los maestros de la Ley. Les gusta pasearse con ropas lujosas y les encanta que los saluden en las plazas. También les gusta ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes.

47 Les roban los bienes a las viudas y a la vez hacen largas oraciones para impresionar a los demás. Estos recibirán peor castigo.

Nueva Versión Internacional Simplificada

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