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Salmos 102:1 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

1 ¡Escucha, Señor, mi oración! ¡Escucha mi súplica!

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Biblia Reina Valera 1960

1 Jehová, escucha mi oración, Y llegue a ti mi clamor.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Señor, ¡oye mi oración! ¡Escucha mi ruego!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Señor, escucha mi plegaria, que mis gritos lleguen hasta ti.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Oración de un afligido que desmaya, y en presencia de YHVH derrama su querella. ¡Oh YHVH, escucha mi oración, Y llegue a ti mi clamor!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Oración del afligido cuando, desfalleciente, derrama su queja delante del Señor.

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Salmos 102:1
28 Tagairtí Cros  

Los sacerdotes y levitas se pusieron de pie y bendijeron al pueblo, y sus oraciones llegaron hasta la santa morada de Dios en los cielos.


El Señor responda: «Yo me levantaré y defenderé a los oprimidos, a los pobres, a los necesitados. Los rescataré como ellos anhelan».


Estoy perdiendo toda esperanza; el temor me paraliza.


Ven pronto, Señor, y respóndeme, porque cada vez me deprimo más; ¡no te apartes de mí, o me muero!


Él cumple los deseos de quienes le temen; escucha su clamor de auxilio y los rescata.


En mi angustia clamé al Señor pidiendo ayuda. Y él me escuchó desde su templo; mi clamor llegó a sus oídos.


»¡Escucha mi plegaria, Señor; escucha mi clamor! No te quedes indiferente a mis lágrimas, porque soy huésped tuyo, soy viajero que pasa por la tierra, como lo fueron todos mis antepasados.


Mi corazón se consume en la tristeza al recordar aquellos tiempos —¡cómo olvidarlos!— cuando guiaba a una gran multitud hacia el templo en días de fiesta, cantando con gozo, alabando al Señor.


Escucha mis súplicas, rey mío y Dios mío, porque a ti elevo mi plegaria.


Desde los confines de la tierra, clamo a ti pidiendo auxilio pues mi corazón desfallece; llévame a una roca donde esté yo a salvo.


¡Pueblo mío, confía en él siempre! ¡Ábrele tu corazón, pues él es nuestro refugio!


Pienso en Dios y me lamento, agotado por el ansia de recibir su ayuda.


Pasaron muchos años, y murió el faraón. Los israelitas, sin embargo, gemían bajo su pesada carga, profundamente atribulados por la esclavitud, y lloraban amargamente delante de Dios. Dios oyó su lamento desde los cielos y


Te has cubierto como con una espesa nube para que nuestras oraciones no lleguen hasta ti.


¡Por más que grite y clame no me pone nada de atención!


Estaba tan angustiado, que se puso a orar con más intensidad, y su sudor caía a tierra como grandes gotas de sangre.


Cuando Cristo estaba en la tierra, con voz fuerte y muchas lágrimas ofreció ruegos y súplicas a Dios, quien podía librarlo de la muerte. Y Dios escuchó sus oraciones en virtud de su ferviente deseo de obedecer a Dios.


Entonces destruyeron todos los dioses extranjeros y adoraron solamente al Señor. Y el Señor se compadeció de su dolor.


«A esta hora, mañana, enviaré a un hombre de la tierra de Benjamín. Lo ungirás rey de mi pueblo. Él los salvará de los filisteos, pues he oído el clamor de mi pueblo».


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