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Nehemías 2:3 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

3 pero le respondí: ―¡Deseo larga vida a Su Majestad! Pero, ¿cómo no voy a estar triste, si la ciudad donde están las tumbas de mis antepasados está en ruinas, y sus puertas están quemadas?

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Biblia Reina Valera 1960

3 Y dije al rey: Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 pero le contesté: —Viva el rey para siempre. ¿Cómo no voy a estar triste cuando la ciudad donde están enterrados mis antepasados está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego?

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 le dije al rey: '¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no voy a estar triste si la ciudad donde están las tumbas de mis antepasados está en ruinas y sus puertas, quemadas por el fuego?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 y respondí al rey: ¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 pero dije al rey: '¡Viva el rey por siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad en que están los sepulcros de mis padres está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego?'.

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Nehemías 2:3
21 Tagairtí Cros  

Betsabé hizo una profunda reverencia delante de él nuevamente y exclamó: ―¡Gracias, señor mío! ¡Quiera el Señor que el rey viva para siempre!


Nabuzadarán, capitán de la guardia real, llegó desde Babilonia a Jerusalén el día siete del mes quinto del año diecinueve del reinado de Nabucodonosor.


Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años. Murió sin que nadie lo llorara. Fue sepultado en Jerusalén, en la ciudad de David, pero no en los sepulcros reales.


Cuando el rey Acaz murió, fue sepultado en Jerusalén, pero no en las tumbas reales. Y su hijo Ezequías fue el nuevo rey.


Cuando murió, fue sepultado en el cementerio real, entre los demás reyes, y toda la gente de Judá y de Jerusalén lo honró en su muerte. Su hijo Manasés le sucedió en el trono.


Y luego quemó el templo, derribó los muros de Jerusalén, quemó todos los palacios y destruyó todo lo que tenía valor.


―Pues te diremos que las cosas no andan muy bien —contestaron—. Los que regresaron del destierro sufren grandes males y humillaciones. Los muros de Jerusalén aún están medio derribados y las puertas están quemadas.


Salimos por la puerta del Valle rumbo a la fuente del Dragón y luego a la puerta del Basurero. Inspeccioné las murallas que habían sido destruidas y las puertas que habían sido quemadas.


¿Cómo podría yo quedarme tranquila viendo que la desgracia cae sobre mi pueblo? ¿Cómo podría quedarme quieta viendo la destrucción de mi gente?


Porque tú pueblo ama cada piedra de sus muros y se enternece por cada grano del polvo de sus calles.


¡Las naciones temblarán ante el Señor; los reyes de la tierra temblarán ante su gloria!


Si no me acordara de ti, ni fueras tú mi más grande gozo, que la lengua se me pegue al paladar.


Estoy ardiendo de fiebre y todo mi cuerpo está enfermo.


El día diez del quinto mes, en el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nabuzaradán, capitán de la guardia, llegó a Jerusalén,


Las puertas de Jerusalén han caído por el suelo; el Señor destruyó por completo sus cerrojos. Su rey y sus príncipes andan como extranjeros en tierras lejanas. Ya no hay ley y sus profetas ya no tienen visiones de parte del Señor.


Entonces los astrólogos (hablando en arameo) dijeron al rey: ―Que viva por siempre el rey. Cuéntenos el sueño y entonces podremos decirle lo que significa.


Le dijeron al rey Nabucodonosor: «¡Que viva Su Majestad por siempre!


Pero cuando la reina madre oyó lo que estaba pasando, entró apresuradamente en la sala del banquete y dijo a Belsasar: ―¡Que viva Su Majestad para siempre! No se asuste ni se ponga pálido por esto,


Entonces oyó una voz: ―¡Oh rey, viva para siempre!


Decidieron ir al rey y decirle: ―¡Vive por siempre, oh rey Darío!


Haré que sus ciudades queden desiertas, destruiré los lugares de adoración, y no responderé a sus ofrendas de incienso.


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