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Juan 9:34 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

34 Ellos le respondieron: ―Tú, que desde que naciste eres un pecador, ¿vas a darnos lecciones a nosotros? Y lo echaron de allí.

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Biblia Reina Valera 1960

34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

34 —¡Tú naciste pecador hasta la médula! —le respondieron—. ¿Acaso tratas de enseñarnos a nosotros? Y lo echaron de la sinagoga.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

34 Le contestaron ellos: 'No eres más que pecado desde tu nacimiento, ¿y pretendes darnos lecciones a nosotros?' Y lo expulsaron.

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La Biblia Textual 3a Edicion

34 Respondieron y le dijeron: Por entero naciste tú en pecados, ¿y tú nos enseñas? Y lo echaron fuera.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

34 Respondiéronle ellos: 'Has nacido enteramente empecatado, ¿y tú nos vas a dar lecciones?'. Y lo arrojaron fuera.

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Juan 9:34
34 Tagairtí Cros  

―¡Quítate de en medio! —le respondieron—. ¿Con qué derecho nos vas a ordenar lo que debemos hacer? ¡No olvides que eres un extranjero! ¡Ahora te trataremos peor que a ellos! Así que comenzaron a maltratar a Lot, y se acercaron a la puerta para echarla abajo.


―¿Desde cuándo he pedido tu consejo? —lo interrumpió el rey—. ¡Cállate, si no quieres que te haga matar! El profeta se fue, pero antes le dijo lo siguiente: ―Sé que el Señor ha decidido destruirte, porque has adorado a esos ídolos y no has aceptado mi consejo.


¿Cómo puedes exigir pureza de quien nació impuro?


¿Cómo puede el simple hombre plantarse ante Dios y pretender que es justo? ¿Quién en el mundo entero puede alardear de ser puro?


Porque yo nací pecador; sí, lo soy desde el momento que mi madre me concibió.


―¿Quién te crees tú? —le contestó el hombre—. Supongo que te crees príncipe y juez. ¿Quieres matarme también como lo hiciste con el egipcio ayer? Cuando Moisés se dio cuenta de que se sabía lo que había hecho, se asustó.


Echa fuera al insolente, y se acabarán los pleitos, la discordia y los insultos.


Hay más esperanza para un necio que para el que se cree muy sabio.


El hombre que rechaza la corrección será destruido de repente y sin remedio.


Pero unos a otros se dicen: «¡No te me acerques mucho, porque me contaminas, porque soy más santo que tú!». Ya no los soporto, día tras día me enfurecen.


Escuchen las palabras de Dios, todos los que le temen y tiemblan ante sus palabras: Sus hermanos los odian y los desechan por ser leales a mi nombre. «Den gloria a Dios», dicen burlándose, «gócense en el Señor». Pero ellos serán avergonzados debido a estas burlas.


Un maestro de la ley le dijo: ―Maestro, cuando dices todo esto también a nosotros nos insultas.


Todo el que se engrandece a sí mismo será humillado; y al que se humilla Dios lo ensalzará.


Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como lo recibe un niño, no entrará en él».


»Dichosos ustedes cuando los odien, cuando los desprecien, los insulten y hablen mal de ustedes por causa del Hijo del hombre.


Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que viene a mí, no lo rechazo.


Lo que ustedes hacen es lo que hace su padre. Ellos le respondieron: ―Nosotros no somos hijos que nacieron de prostitución. Nuestro Padre es sólo uno, y es Dios mismo.


Y sus discípulos le preguntaron: ―Maestro, ¿este hombre nació ciego por culpa de su pecado o por el pecado de sus padres?


Sus padres contestaron así porque tenían miedo de los judíos, pues estos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a todo el que reconociera que Jesús era el Cristo.


Jesús se enteró de que habían expulsado a ese hombre, y al encontrarse con él le preguntó: ―¿Crees en el Hijo del hombre?


Algunos fariseos que estaban con él, al oír que decía esto, le preguntaron: ―¿Quieres decir que nosotros somos ciegos?


Dios juzgará a los de afuera. «Ustedes expulsen a ese malvado».


»Tú y yo somos judíos de nacimiento, y no simples pecadores gentiles.


Nosotros mismos éramos así: obedecíamos los malos deseos de nuestra naturaleza y nos entregábamos a las perversidades de nuestras pasiones y malos pensamientos. Merecíamos ser castigados por la ira de Dios, como todos los demás.


También a los jóvenes les digo: obedezcan a los ancianos. Trátense unos a otros con humildad, porque «Dios está en contra de los orgullosos, pero a favor de los humildes».


Por eso, cuando yo vaya, le voy a llamar la atención por su mala conducta y por los chismes y las cosas malas que anda diciendo de nosotros. No sólo se niega a recibir a los hermanos que por allí pasan, sino que prohíbe que los demás lo hagan, amenazándolos con expulsarlos de la iglesia.


Hace un tiempo escribí a la iglesia sobre este asunto, pero Diótrefes, a quien le encanta ser el primero en todo, no reconoce la autoridad que tengo.


Nadie podía comprar ni vender si no tenía aquella marca, que consistía en el nombre de la bestia o en el número de su nombre.


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