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Jeremías 4:19 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

19 ¡Ay, estoy completamente lleno de dolores! ¡Me retuerzo de dolor; el corazón me late violentamente! ¡No puedo estarme sereno pues he oído y escuchado las trompetas del ejército enemigo y el vocerío de los soldados agresores que se nos vienen encima.

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Biblia Reina Valera 1960

19 ¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque sonido de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de guerra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

19 ¡Mi corazón, mi corazón, me retuerzo de dolor! ¡Mi corazón retumba dentro de mí! No puedo quedarme quieto. Pues he escuchado el sonar de las trompetas enemigas y el bramido de sus gritos de guerra.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

19 ¡Ay, qué dolores en todo mi interior, me duele el corazón! Me palpita tan fuerte que no puedo callarme. ¿No oyes, alma mía, el toque del clarín y el estruendo de la guerra?

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La Biblia Textual 3a Edicion

19 ¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón, Mi corazón se agita dentro de mí, No puede estarse quieto, Por cuanto oíste, alma mía, El sonido del shofar° Y el clamor° de la guerra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

19 ¡Mis entrañas! ¡Mis entrañas! ¡Me retuerzo de dolor! ¡Entretelas de mi corazón! Mi corazón me palpita, no puedo callarme, pues sonido de trompeta oye mi alma, alarma de guerra.

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Jeremías 4:19
48 Tagairtí Cros  

No quiero participar de sus planes malvados, ni estar en sus reuniones. En su ira asesinaron hombres y por diversión desjarretaron toros.


se quejó de un fuerte dolor de cabeza y comenzó a gritar: ―¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele mucho la cabeza! Entonces el padre le dijo a uno de sus criados: ―Llévalo a la casa con su madre.


Eliseo se quedó mirando a Jazael, y lo hizo sentir incómodo. Luego Eliseo rompió a llorar.


Alaba, alma mía al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre.


Ahora puedo descansar, porque el Señor ha sido bueno conmigo.


Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, porque la gente desobedece tu ley.


Estoy muy enojado con los malvados que rechazan tus mandamientos,


¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Alaba alma mía al Señor.


Yo le dije: «Tú eres mi Señor, todo lo bueno que tengo viene de ti».


¡Mi corazón llora por Moab! Sus habitantes huyen a Zoar y a Eglat Selisiyá. Llorando suben la cuesta de Luhit, y su llanto se oye por todo el camino de Joronayin.


¡Ay, lloro, lloro, lloro por Moab, y grande será mi pena por Quir Jaréset!


Tengo retortijones y dolor de estómago, siento agudas punzadas de horror, como de mujer que da a luz. Me desmayo al oír lo que Dios planea, estoy horrorizado, me ciega la angustia.


Yo desvarío, el corazón me late impetuoso, soy presa de espantoso miedo. Todo reposo nocturno —¡qué agradable era!— ha desaparecido; estoy en mi lecho desierto y tembloroso.


Déjenme llorar, no traten de consolarme, déjenme llorar por mi pueblo al ver cómo lo destruyen.


¿Seguirán negándose a escuchar? Entonces mi corazón adolorido llorará en la soledad a causa de su terco orgullo. Se me llenarán de lágrimas los ojos porque el rebaño del Señor será llevado como esclavo lejos de su tierra.


¡Y no puedo renunciar! Porque si digo que nunca más volveré a mencionar al Señor, que nunca más hablaré en su representación, empiezo a sentir tu palabra como si fuera lumbre que me quema por dentro y no lo puedo resistir más.


Tengo el corazón lleno de dolor, me siento debilitado y confundido como un borracho que es tardo en reaccionar por causa del espantoso destino que les espera a los falsos profetas, porque el Señor ha pronunciado contra ellos palabras terribles de castigo.


¿Cuánto tiempo durará esto? ¿Hasta cuándo tendré que verme rodeado de guerra y muerte?


Grítenle a la gente de Jerusalén y Judea que den la alarma por todo el país y se comunique por todos lados: «¡Huyan para salvarse! ¡Refúgiense en los edificios más seguros de cada ciudad!».


Por esto los castigaré, dice el Señor, destruyendo su ciudad de Rabá. Esta se convertirá en montón de ruinas y los pueblos aledaños serán incendiados. Entonces vendrá Israel y volverá a tomar de ustedes su tierra. Despojará a quienes la despojaron, dice el Señor.


¡Que se oiga en el país clamor de batalla, gritos de gran destrucción!, dice el Señor.


La fama de sus ejércitos hemos oído, y el miedo nos debilita. El miedo y el dolor nos atenazan como a mujer a punto de dar a luz.


¡No hay consuelo para mi tristeza; tengo el corazón lleno de dolor!


Lloro por la herida de mi pueblo; estoy atónito, silencioso, mudo de dolor.


¡Hay tanto dolor que parece que no me alcanzarán todas las lágrimas para llorar por tanta desgracia! ¡Ay, ya las lágrimas no me alcanzan para llorar por tantos muertos de mi pueblo!


Entonces se soltarán llorando por todos lados, hasta en los lugares desiertos, porque hay mucha desgracia, muerte de gente, de aves y ganados.


No tengo a nadie que me consuele, los que me pueden animar están lejos de aquí. Mis hijos están abandonados porque el enemigo nos conquistó.


¡Mira, oh Señor, mi angustia! ¡Mi corazón está quebrantado y todo mi ser desesperado por haberme rebelado contra ti! En las calles la espada de los enemigos mata a mis hijos y en casa sólo hay muerte.


He llorado hasta agotar mis lágrimas, todo mi ser se siente profundamente conmovido al ver lo que ha pasado a Jerusalén. ¡Incluso niños, niñas y bebés de pecho desfallecen y mueren en las calles de la ciudad!


Entonces Daniel, también llamado Beltsasar, estuvo sentado allí en silencio por largo tiempo, turbado por el significado del sueño. Finalmente el rey le dijo: ―Beltsasar, no te preocupes por el sueño y por su significado. Daniel respondió: ―¡Oh, cómo quisiera que lo que ocurre en este sueño le sucediera a sus enemigos, mi señor, y no a usted!


»Yo estaba confundido y turbado por todo lo que había visto,


»Ese fue el fin de la visión. Y yo estaba muy turbado y mi rostro estaba pálido de miedo, pero no conté a nadie lo que había visto».


»Luego me debilité y estuve enfermo durante varios días. Después me levanté y reanudé mis actividades y cumplí con mis deberes hacia el rey. Pero estaba muy preocupado por el sueño y no lo comprendía del todo».


¿Acaso no se asusta la gente cuando escucha sonar la alarma? ¿Acaso vendrá sobre la ciudad algún castigo que no lo haya mandado el Señor?


»Tiemblo cuando oigo de todo esto; mis labios se estremecen de temor. Mis piernas se me aflojan y me agito de terror. Esperaré tranquilamente el día de la angustia que vendrá sobre el pueblo que nos invade.


»Cuando lleguen a la Tierra prometida y tengan que luchar contra sus enemigos, Dios los oirá y los salvará de ellos cuando den la alarma con estas trompetas.


Amados hermanos, el anhelo de mi corazón y mi oración a Dios es que el pueblo de Israel se salve.


Y si el trompeta del ejército no toca las notas que debe, ¿cómo sabrán los soldados que se les está ordenando prepararse para la batalla?


Hijitos míos, ¡de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo se forme en ustedes!


El arroyo de Cisón los barrió. ¡Adelante, oh alma mía, con fortaleza!


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