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Jeremías 15:1 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

1 Entonces el Señor me dijo: Aun si Moisés y Samuel vinieran ante mí a rogarme por este pueblo, yo no les ayudaría. ¡Fuera con ellos! ¡Échalos de mi presencia!

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Biblia Reina Valera 1960

1 Me dijo Jehová: Si Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo; échalos de mi presencia, y salgan.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Luego el Señor me dijo: «Aun si Moisés y Samuel se presentaran delante de mí para rogarme por este pueblo, no lo ayudaría. ¡Fuera con ellos! ¡Quítenlos de mi vista!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Y me dijo Yavé: Aunque Moisés y Samuel vinieran en persona a rogar por este pueblo, mi corazón no se compadecería de él. ¡Echalos de mi presencia, que se vayan lejos!

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 YHVH me respondió: Aunque estuvieran delante Moisés y Samuel° no me conmovería por este pueblo. ¡Échalos, que salgan de mi presencia!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Pero Yahveh me dijo: Ni aunque Moisés y Samuel estuvieran ante mí, se volvería mi alma hacia este pueblo. Échalos de mi presencia y que se vayan.

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Jeremías 15:1
32 Tagairtí Cros  

Aquella mañana, Abraham se levantó temprano y regresó al lugar donde había estado conversando con el Señor.


Entonces el Señor desechó a todos los descendientes de Jacob. Los castigó entregándolos en manos de sus enemigos, y dejó que fueran llevados lejos de su tierra.


Dios amenazó con destruirlos, pero no lo hizo por Moisés, su escogido, que se puso ante él en la brecha e impidió que su ira los destruyera.


Moisés y Aarón estaban entre sus sacerdotes, y Samuel también clamó su nombre. Ellos suplicaron al Señor su ayuda y él les respondió.


El rey se alegra en el siervo inteligente, pero se enoja con el sinvergüenza.


Porque súbitamente los arrojaré de esta tierra y permitiré que les acontezcan grandes desgracias; por fin probarán mi cólera.


Por tanto, Jeremías, no intercedas más por este pueblo, ni llores ni supliques por ellos, porque no los escucharé cuando finalmente en su desesperación clamen pidiéndome ayuda.


El Señor me dijo de nuevo: No me pidas más que bendiga a este pueblo, no ores más por ellos.


Cuando ayunen, no pondré atención; cuando me presenten sus ofrendas y sacrificios, no los aceptaré. Lo que les daré como respuesta será guerra, hambre y enfermedad.


El Señor respondió: ¡Déjate de necedades y habla con algo de inteligencia! Sólo si pones en mí tu confianza te dejaré continuar como mi portavoz. Tienes que ser tú quien influya en ellos y no al revés.


Por lo tanto yo los echaré de esta tierra y serán llevados a la fuerza a tierras extrañas en donde ni ustedes ni sus antepasados estuvieron antes, y allá rendirán homenaje a sus ídolos. ¡Y no esperen que los perdone!


No te enlutes ni llores por ellos, pues yo les he retirado mi protección y mi paz; les he retirado mi benignidad y misericordia, dice el Señor.


¿Habrán de pagarme mal por bien? Han armado una emboscada para matarme, por más que yo te haya hablado bien de ellos y haya procurado defenderlos de tu cólera.


Este Jeconías es como plato quebrado y desechado. Él y sus hijos irán desterrados a tierras lejanas, igual como se desecha un plato quebrado.


A tal punto llegaron las cosas, que el Señor, airado, hizo que Sedequías se rebelara contra el rey de Babilonia, a consecuencia de lo cual fue echado de la presencia del Señor en Jerusalén y Judá, junto con el pueblo de Israel, y llevado cautivo a Babilonia.


Escuchen a Jerusalén llorando desesperada: «¡Estamos arruinados! ¡Nos ha sobrevenido el desastre! ¡Tenemos que abandonar nuestra patria y nuestros hogares!».


Si Noé, Daniel y Job estuvieran hoy aquí, sólo ellos serían salvados debido su forma de vivir justa, pero yo destruiría el resto de Israel, dice el Señor Dios.


Yo busqué en vano alguien que fuera justo y pudiera interceder a favor de la ciudad, que sirviera como su protector, quien pudiera colocarse en la brecha y defenderte de mis justos ataques, pero no encontré a nadie.


El Señor dice: «Toda su maldad comenzó en Guilgal; allí yo comencé a odiarlos. Yo los expulsaré de mi tierra por causa de su idolatría. No los amaré más, pues todos sus jefes son rebeldes a mí.


Josué, que estaba delante del ángel, tenía ropas sucias.


»Le supliqué al Señor, y le dije: “Señor y Dios mío, no destruyas a tu pueblo. Es tu propia herencia que rescataste de Egipto con tu maravilloso poder y gloriosa fuerza.


Por eso, Cristo no entró en un santuario hecho por seres humanos, que era una simple copia del verdadero santuario. Entró más bien, en el cielo mismo, para presentarse ante Dios a favor nuestro.


¡Cuánto me regocijo en los caudillos de Israel que se ofrecieron voluntariamente! ¡Alaben al Señor!


―Ora para que no muramos —lloraron delante de Samuel—, porque ahora hemos añadido a todos nuestros pecados el de pedir un rey.


En cuanto a mí, lejos esté de mí el pecar contra el Señor dejando de orar por ustedes. Yo les seguiré enseñando lo que es bueno y correcto.


Samuel tomó un cordero que no había sido destetado aún y lo ofreció al Señor como holocausto, y oró por el pueblo de Israel. Y el Señor respondió.


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