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Génesis 22:17 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

17 te bendeciré muchísimo. Tu descendencia será tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes poseerán las ciudades de sus enemigos.

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Biblia Reina Valera 1960

17 de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 ciertamente te bendeciré. Multiplicaré tu descendencia hasta que sea incontable, como las estrellas del cielo y la arena a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos;

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tus descendientes, que serán tan numerosos como las estrellas del cielo o como la arena que hay a orillas del mar. Tus descendientes se impondrán a sus enemigos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 ciertamente te bendeciré, y multiplicaré° inmensamente tu descendencia, como las estrellas de los cielos y como la arena que hay en la orilla del mar,° y tu descendencia poseerá la puerta° de sus enemigos,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 te bendeciré copiosamente y multiplicaré tu posteridad como las estrellas del cielo y como la arena de las orillas del mar; tu descendencia se adueñará de las ciudades de sus enemigos.

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Génesis 22:17
50 Tagairtí Cros  

Te voy a convertir en una nación muy grande; te voy a bendecir, y te haré un hombre muy famoso. ¡Serás de bendición para muchas personas!


Además, tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra. De modo que sólo quien sea capaz de contar el polvo de la tierra, podrá contar a tus descendientes.


Luego el Señor hizo que Abram saliera de su carpa, y le dijo: ―Intenta contar todas las estrellas que hay en el cielo, y verás que no puedes. ¡Pues, así de numerosos serán tus descendientes!


Te daré muchísimos descendientes, de modo que de ti saldrán reyes y naciones.


y la despidieron con esta bendición: «Hermana nuestra: ¡que seas madre de millones de hijos! ¡Que tu descendencia conquiste las ciudades de sus enemigos!».


Después de la muerte de Abraham, Dios derramó abundantes bendiciones sobre Isaac. Isaac se quedó a vivir cerca del pozo de Lajay Roí.


Esa noche, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy el Dios de Abraham, tu padre. No temas, porque estoy contigo. Por amor a Abraham, mi siervo, te bendeciré y haré que tu descendencia sea muy numerosa».


Haré que tus descendientes sean tan numerosos como las estrellas, y les daré todas estas tierras. Por causa de tus descendientes serán bendecidas todas las naciones de la tierra.


Que el Dios Todopoderoso te bendiga y te dé muchos hijos; que llegues a ser una nación compuesta de muchas tribus.


Que Dios te dé a ti, y también a tu descendencia, las grandes bendiciones prometidas a Abraham. Que te dé la posesión de esta tierra en que ahora somos extranjeros, porque Dios se la prometió a Abraham.


Recuerda que tú prometiste que me harías bien y que multiplicarías mis descendientes hasta que llegaran a ser como la arena del mar, de modo que no podrían ser contados».


Jacob pasó allí la noche y preparó un obsequio para su hermano Esaú: 200 cabras, 20 chivos, 200 ovejas, 20 carneros, 30 camellas paridas con sus crías, 40 vacas, 10 toros, 20 burras, 10 burros.


»Lo que sugiero es que movilice a todo Israel, desde Dan hasta Berseba, para que constituyan una gran fuerza. Usted, personalmente, debe guiar a sus hombres.


En ese tiempo, los pueblos de Israel y Judá eran tan numerosos, como la arena del mar, que no se puede contar. Además, tenían comida y bebidas en abundancia, y todos vivían muy felices.


El rey Salomón mandó a construir una flota de barcos en Ezión Guéber, cerca de Elat, en la región de Edom, a orillas del Mar Rojo.


Cuando David hizo el censo, no incluyó a los hombres de veinte años para abajo, porque el Señor le había prometido multiplicar a Israel como las estrellas del cielo.


Sólo una cosa puedo pedir, ya que has cumplido la promesa hecha a David mi padre y me has hecho rey sobre una nación tan numerosa como el polvo de la tierra.


Tú hiciste que el pueblo israelita se multiplicara como las estrellas del cielo, y los hiciste entrar en la tierra que habías prometido a sus antepasados.


Recuerda lo que le prometiste a tus siervos Abraham, Isaac e Israel cuando juraste por ti mismo: “Yo multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda la tierra que he prometido a tus descendientes, y la heredarán para siempre”.


Entonces habrían llegado a ser tan numerosos e incontables como los granos de arena de las playas del mundo, y su destrucción no habría sido necesaria.


Diste a Israel esta tierra que prometiste a sus antepasados hace mucho, tierra tan pródiga que de ella se dice “por la que corre leche y miel”.


Y así como no se pueden contar las estrellas ni contarse los granos de arena de las playas, así los descendientes de mi servidor David y la descendencia de los levitas que para mí ministran se multiplicarán.


»Sin embargo, el tiempo vendrá cuando Israel prosperará y llegará a ser una nación grande; en ese día su población será demasiado numerosa, de modo que será imposible contarla, pues será tanta como los granos de la arena del mar. Cuando eso ocurra, en vez de decirles: “Ustedes no son mi pueblo”, se les dirá: “Ustedes son hijos del Dios viviente”.


»Ese día llamarán a sus hermanos: “Pueblo mío”, y a sus hermanas las llamarán: “Compadecidas”.


El motivo de mi tristeza es que Samaria ha sido herida de muerte, y no hay remedio que la cure. Y lo peor es que su mal ha llegado hasta Judá. ¡Se ha extendido hasta la entrada de Jerusalén, que es mi pueblo!


Está claro que Dios prometió otorgar toda la tierra a Abraham y a su descendencia, no en virtud de su obediencia a la ley, sino en virtud de la justicia que viene por la fe.


El profeta Isaías dijo esto tocante a los israelitas: «Aunque sean tan numerosos como la arena del mar, sólo un pequeño grupo se salvará,


¡Gracias a Dios que nos da la victoria por medio de Jesucristo, nuestro Señor!


Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos porque pertenecemos a Cristo.


porque el Señor nos ha multiplicado como las estrellas.


Quiera él multiplicarnos mil veces más y bendecirnos como ha prometido.


Cuando tus antepasados descendieron a Egipto eran sólo setenta personas; pero ahora tu número ha aumentado hasta ser tan numeroso como las estrellas del cielo.


No conservarás nada del botín. Entonces el Señor aplacará su furor y tendrá misericordia de ti; tendrá compasión de ti y te hará una gran nación, como prometió a tus antepasados.


Desde luego, el Señor tu Dios será misericordioso solamente si le has obedecido, si has guardado los mandamientos que hoy te estoy dando, y si has estado haciendo lo que le agrada al Señor.


el padre y la madre lo llevarán delante de los ancianos de la ciudad


Y así de este hombre que era demasiado viejo, nacieron tantos descendientes como las estrellas del cielo y tan incontables como la arena a la orilla del mar.


«En verdad te bendeciré abundantemente y te multiplicaré en gran manera».


El séptimo ángel tocó la trompeta, y varias voces potentísimas gritaron desde el cielo: «El reino de este mundo pertenece ahora a nuestro Señor y a su Cristo; y él reinará para siempre».


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