Biblia Todo Logo
Bíobla ar líne
- Fógraí -





Gálatas 2:20 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

20 Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y esta vida que ahora tengo la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí.

Féach an chaibidil Cóip


Tuilleadh leaganacha

Biblia Reina Valera 1960

20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Féach an chaibidil Cóip

Biblia Nueva Traducción Viviente

20 Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Féach an chaibidil Cóip

Biblia Católica (Latinoamericana)

20 y ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Todo lo que vivo en lo humano lo vivo con la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.

Féach an chaibidil Cóip

La Biblia Textual 3a Edicion

20 y ya no vivo yo, sino que el Mesías vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a sí mismo por mí.

Féach an chaibidil Cóip

Biblia Serafín de Ausejo 1975

20 Y ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí. Y respecto del vivir ahora en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Féach an chaibidil Cóip




Gálatas 2:20
65 Tagairtí Cros  

Soy de mi amado; ¡su pasión lo atrae hacia mí!


Recuerden que yo, el Hijo del hombre, no vine para que me sirvan, sino para servir y dar mi vida en rescate de muchos.


y el diablo se le acercó. ―Si eres el Hijo de Dios —le dijo—, haz que estas piedras se conviertan en pan.


Natanael exclamó: ―Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!


»Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.


Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos.


Te ruego que todos estén unidos. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.


»Dios amó tanto al mundo, que dio a su único Hijo, para que todo el que cree en él no se pierda, sino tenga vida eterna.


El Padre ama al Hijo y le ha dado poder sobre todo lo que existe.


Yo vivo por el Padre viviente que me envió; por eso, el que come de mí, vivirá por mí.


Y nosotros hemos creído, y sabemos que eres el Santo de Dios.


A un lado del camino encontraron agua. ―¡Mira! ¡Aquí hay agua! —exclamó el funcionario—. ¿Por qué no me bautizas?


se fue por las sinagogas afirmando que Jesús era el Hijo de Dios.


Las buenas noticias nos muestran la manera en que Dios nos acepta: por la fe, de principio a fin. Como está escrito en el Antiguo Testamento: «El que es justo, lo es por creer en Dios».


Nosotros no somos tan independientes como para poder vivir o morir para nosotros mismos.


Dios hace justos a quienes creen en Jesucristo, sin favoritismo alguno.


Él murió por nuestros pecados y resucitó para poder presentarnos justos ante Dios.


Por medio de él, y confiando en su promesa, participamos de ese amor que no merecemos, y en el cual nos mantenemos firmes. Incluso nos sentimos orgullosos de la esperanza de gozar de la gloria de Dios.


Cuando éramos incapaces de salvarnos, Cristo llegó en el momento oportuno y murió por los pecadores.


Dios, no obstante, nos demostró su amor al enviar a Cristo a morir por nosotros, aun cuando éramos pecadores.


No entreguen ninguna parte de su cuerpo al pecado para que se convierta en instrumento del mal. Más bien, entréguense por completo a Dios, como quienes ya han muerto y han vuelto a vivir. Y preséntenle sus miembros como instrumentos para la justicia.


Y por cuanto nuestra naturaleza pecadora murió con Cristo, creemos que también compartiremos su nueva vida.


Y como Cristo vive en ustedes, sus cuerpos están muertos a consecuencia del pecado, pero sus espíritus viven porque Cristo los ha hecho justos.


A pesar de todo, nuestra victoria es absoluta, gracias a Cristo que nos amó.


Pero cuando alguien se une al Señor, el Señor y esa persona se vuelven uno en el Espíritu.


No es que les estemos imponiendo la fe, sino que intentamos contribuir al gozo de ustedes. Pues ustedes se mantienen firmes por la fe.


Sí, es cierto, vivimos en este mundo, pero nunca actuamos como el mundo para ganar nuestras batallas.


Estoy tan seguro de ello, como de que conozco la verdad de Cristo. Nadie me va a impedir que esté orgulloso de esto en toda la región de Acaya.


Les presentaré las pruebas que desean tener de que Cristo habla a través de mí. Cristo no anda con debilidades al tratarlos a ustedes; al contrario, los trata con vigor.


Examínense para ver si siguen teniendo fe en el Señor. ¡Pónganse a prueba a ver si la pasan! ¿Se echa de ver que Cristo está en ustedes?


El amor de Cristo nos domina, porque estamos convencidos de que Cristo murió por todos, y por eso todos han muerto.


Él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí mismos, sino para agradar al que murió y resucitó por ellos.


Esto lo sabemos por la fe, no por la vista.


Él murió por nuestros pecados conforme a los planes de nuestro Dios y Padre, para rescatarnos de este mundo perverso.


Sin embargo, sabemos muy bien que nadie puede justificarse ante Dios obedeciendo la ley. Sabemos que eso sólo es posible por la fe en Jesucristo. Por eso, nosotros también hemos confiado en Jesucristo, y somos justificados por esa fe y no porque hayamos observado la ley. Nadie se salva por tratar de cumplirla.


Salta a la vista, pues, que nadie podrá jamás ganar el favor de Dios por obedecer la ley, porque está escrito: «El que halla la vida, la halla sólo porque confía en Dios».


Los que pertenecen a Cristo han clavado en la cruz su naturaleza pecaminosa.


En cuanto a mí, ¡Dios me libre de jactarme de otra cosa que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo! Por él, el mundo fue crucificado para mí, y yo para el mundo.


Pido también que, por medio de la fe, Cristo habite en sus corazones, y que ustedes echen raíces y se cimienten en el amor,


Y vivan amando a los demás, siguiendo el ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros en sacrificio, como ofrenda de perfume agradable a Dios.


Los esposos, por su parte, deben mostrar a sus esposas el mismo amor que Cristo mostró a su iglesia. Cristo se entregó a sí mismo por ella


Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.


Todo lo puedo en Cristo que me da fortaleza.


A ellos, Dios les dio a conocer la riqueza y la gloria de su plan que, por cierto, beneficia a los gentiles. Y este es el misterio: Cristo está entre ustedes y es su esperanza de gloria.


También cuentan cómo ustedes esperan que Jesús regrese del cielo: él, que es el Hijo amado de Dios, a quien Dios resucitó y quien nos libra del castigo que viene.


Él murió por nosotros para que, ya sea en la vida o en la muerte, vivamos junto con él.


Él se entregó a la muerte por nosotros para poder rescatarnos de todas nuestras iniquidades y convertirnos en un pueblo que fuera suyo, dedicado a hacer el bien.


A cada sumo sacerdote se le nombra para presentar ofrendas y sacrificios, y por eso es necesario que también él tenga algo que ofrecer.


Ustedes aman a Jesucristo a pesar de que no lo han visto; y aunque ahora no lo ven, creen en él y se llenan de una gran alegría,


Pero si, al igual que Cristo, vivimos en la luz, entre nosotros habrá compañerismo, y la sangre de Jesucristo el Hijo de Dios nos limpiará de todo pecado.


Además, con nuestros propios ojos vimos, y ahora lo proclamamos a los cuatro vientos, que Dios envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo.


pero sabemos que Cristo, el Hijo de Dios, vino a ayudarnos a hallar y entender al Dios verdadero. Ahora estamos en Dios, porque estamos en su Hijo Jesucristo, que es también Dios verdadero y la vida eterna.


y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, que fue el primero en levantarse de entre los muertos y que tiene autoridad sobre todos los reyes de la tierra. Al que nos ama y derramó su sangre para libertarnos de nuestros pecados,


Yo estoy siempre a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo.


Lean orainn:

Fógraí


Fógraí