2 Reyes 2:19 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008
19 Entonces un grupo de ciudadanos notables de Jericó visitaron a Eliseo: ―Tenemos un problema —le dijeron—. Esta ciudad tiene una localización muy hermosa, como puede usted ver; pero el agua es mala y hace que la tierra sea improductiva.
19 Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en donde está colocada esta ciudad es bueno, como mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril.
19 Cierto día, los líderes de la ciudad de Jericó fueron a visitar a Eliseo. —Tenemos un problema, señor —le dijeron—. Como puedes ver, esta ciudad está situada en un entorno agradable, pero el agua es mala y la tierra no produce.
19 La gente de la ciudad dijo a Eliseo: 'Aquí se está bien, como mi señor lo puede ver, pero el agua es malsana y las mujeres de la zona son estériles'.
19 Luego los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí el lugar° de esta ciudad es bueno, como ve mi señor, pero las aguas son malas y la tierra es estéril.
19 La gente de la ciudad dijo a Eliseo: 'Mira: el emplazamiento de la ciudad es bueno, como mi señor puede ver; pero las aguas son malas y la tierra estéril'.
Fue durante su reinado que Jiel, un hombre de Betel reedificó la ciudad de Jericó. Cuando puso los cimientos, murió su hijo mayor Abirán; y cuando la completó y colocó las puertas, murió su hijo menor Segub. Así se cumplió la maldición que el Señor había lanzado sobre Jericó, por medio de Josué hijo de Nun.
¿No le han contado que cuando Jezabel estaba tratando de matar a los profetas del Señor, yo escondí a un centenar de ellos en dos cuevas, y les di pan y agua?
Repentinamente, Abdías vio que Elías se le acercaba. Abdías lo reconoció inmediatamente y cayó en tierra delante de él. ―¿Es usted, mi señor Elías? —le preguntó.
El Señor ordenó a Moisés: «Dile a Aarón que dirija su vara hacia las aguas de Egipto, para que todos sus ríos, arroyos, estanques y los depósitos de agua, y aun el agua de las casas, se les convierta en sangre».
Los ancianos que cumplen bien con su deber en la iglesia, especialmente los que se dedican a predicar y enseñar, deben ser doblemente apreciados y recompensados.
Entonces Josué lanzó una terrible maldición sobre cualquiera que reedificara la ciudad de Jericó. Advirtió que cuando fueran puestos los cimientos, el hijo mayor del constructor moriría, y cuando fueran colocadas las puertas moriría el hijo menor.