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Nehemías 8:3 - Biblia Martin Nieto

3 La estuvo leyendo en la plaza de la puerta del Agua desde por la mañana temprano hasta el mediodía ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley.

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Biblia Reina Valera 1960

3 Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Se puso frente a la plaza, justo dentro de la entrada de la puerta del Agua, desde temprano por la mañana hasta el mediodía y leyó en voz alta a todos los que podían entender. Todo el pueblo escuchó atentamente la lectura del libro de la ley.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Estuvo leyendo el libro desde la mañana hasta el mediodía, frente a los hombres, mujeres y niños en edad de comprender que estaban reunidos en la plaza delante de la puerta de las Aguas. Todo el pueblo prestaba mucha atención al libro de la Ley.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Y delante de la plaza que está frente a la puerta de las Aguas, leyó en él desde el amanecer hasta el mediodía, en presencia de los hombres y de las mujeres que podían entender, y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al Rollo de la Ley.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Desde el alba hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro en la plaza que hay delante de la puerta de las Aguas en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que tenían uso de razón. Todo el pueblo tenía los oídos atentos al libro de la ley.

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Nehemías 8:3
25 Tagairtí Cros  

El resto del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los sirvientes del templo, en una palabra, todos los que se habían separado de las gentes del país para ajustarse a la ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, todos los que tenían uso de razón,


En aquel tiempo, leyendo el libro de Moisés en presencia del pueblo, se encontró escrito en él que los amonitas y los moabitas no debían entrar jamás a tomar parte en la comunidad de Dios,


En el mes séptimo, cuando ya todos los israelitas estaban instalados en sus ciudades, el pueblo entero se congregó como un solo hombre en la plaza de la puerta del Agua y dijo al escriba Esdras que trajese el libro de la ley de Moisés, dada por el Señor a Israel.


Esdras continuó leyendo en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primero hasta el último. La fiesta duró una semana, y el día octavo se celebró, según lo prescrito, una reunión solemne.


Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tribuna de madera levantada al efecto; y junto a él estaban, a su derecha, Matitías, Semá, Ananías, Urías, Jelcías y Maasías; y a su izquierda, Pedayas, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán.


Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo -porque dominaba a toda la multitud- y, al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie.


Pues si el mismo David le llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?'. Y la multitud lo escuchaba con sumo gusto.


pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de él escuchándole.


Mirad bien cómo escucháis; porque al que tiene se le dará más, y al que no tiene se le quitará aun lo que cree que tiene'.


Después de la lectura de la ley y de los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: 'Hermanos, si tenéis alguna palabra que comunicar al pueblo, decidla'.


Porque los habitantes de Jerusalén y sus jefes han cumplido, sin saberlo, las palabras de los profetas que se leen cada sábado;


Pues en cada ciudad hay desde antiguo quienes leen y proclaman la ley de Moisés los sábados en la sinagoga'.


Una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, fiel a Dios, nos estaba escuchando. El Señor abrió su corazón para que aceptase las cosas que Pablo decía.


Los judíos de Berea eran más abiertos que los de Tesalónica, y recibieron la palabra con buena disposición, estudiando diariamente las Escrituras para ver si todo era así.


Subió de nuevo, partió el pan y comió, estuvo hablando hasta el alba y se marchó.


El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan. Pablo, que iba a partir al día siguiente, estuvo hablando con ellos hasta medianoche.


Señalaron un día, y fueron a su alojamiento en mayor número. Desde la mañana hasta la tarde les anunció el reino de Dios, dando testimonio y esforzándose por convencerlos de quién era Jesús, apoyándose en la ley de Moisés y en los profetas.


Moisés escribió luego esta ley y la entregó a los sacerdotes levitas, que llevaban el arca de la alianza del Señor, y a todos los ancianos de Israel.


Por todo ello damos continuamente gracias a Dios: porque, al recibir la palabra de Dios que os predicamos, la abrazasteis no como palabra de hombre, sino como lo que es en verdad, la palabra de Dios, que permanece vitalmente activa en vosotros, los creyentes.


No quedó ni una palabra de todo lo que había mandado Moisés que no fuera leída por Josué a toda la asamblea de Israel, incluyendo a las mujeres, a los niños y a los extranjeros residentes.


El que tenga oídos que oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.


El que tenga oídos que oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.


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