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Levítico 27:28 - Biblia Martin Nieto

28 Ninguna cosa de su propiedad -hombres, animales o campos de propiedad hereditaria- que uno consagre al Señor podrá ser vendida o rescatada. Lo que se consagra al Señor es cosa santísima y pertenece al Señor.

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Biblia Reina Valera 1960

28 Pero no se venderá ni se rescatará ninguna cosa consagrada, que alguno hubiere dedicado a Jehová; de todo lo que tuviere, de hombres y animales, y de las tierras de su posesión, todo lo consagrado será cosa santísima para Jehová.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

28 »No obstante, todo lo que se haya apartado especialmente para el Señor —ya sea una persona, un animal o una propiedad familiar— nunca deberá ser vendido ni rescatado. Todo lo que se consagre de esta manera ha sido apartado como santo y le pertenece al Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

28 En cambio, lo que uno consagre a Yavé por anatema, cualquier cosa que le pertenece, hombre, animal o campo de su herencia, no podrá venderse o rescatarse. Todo anatema es cosa muy sagrada para Yavé.

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La Biblia Textual 3a Edicion

28 No obstante, ninguna cosa dedicada que cualquiera haya separado para YHVH de su propiedad podrá venderse o redimirse, sea hombre o animal o campos de su posesión. Todo lo consagrado° será cosa santísima para YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

28 Sin embargo, nada de lo que un hombre posee, hombres, animales o campos de su propiedad, y que ha consagrado como anatema a Yahveh, podrá ser vendido o rescatado. Todo anatema es cosa muy sagrada para Yahveh.

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Levítico 27:28
35 Tagairtí Cros  

Coré, hijo de Yimná, el levita, portero de la puerta oriental, estaba encargado de las ofrendas voluntarias hechas a Dios: debía distribuir las primicias ofrecidas al Señor y las cosas consagradas.


No explotarás ni oprimirás al extranjero, porque también vosotros fuisteis extranjeros en Egipto.


Su alimento serán las ofrendas, las víctimas por el pecado y las de reparación. A ellos pertenecerá también todo lo que en Israel sea dado al exterminio.


No podrán vender, ni cambiar, ni ceder nada de esta parte mejor del país, porque está consagrada al Señor.


Podrá comer el alimento de su Dios, a saber, las ofrendas santas y santísimas;


cuando quede libre en el año del jubileo, será consagrado al Señor como campo votivo y pasará a ser propiedad del sacerdote.


Pero si se trata de animales impuros, serán rescatados al precio que se valoren, más una quinta parte; si no fuera rescatado, será vendido al precio que se haya valorado.


Ninguna persona consagrada al Señor podrá ser rescatada; tendrá que morir.


Todo lo que Israel ofrezca al Señor te pertenecerá.


Luego dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.


Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza;


Maldito sea el que no ama al Señor. ¡Ven, Señor nuestro!


Pero los que se atienen al cumplimiento de la ley están bajo maldición, como dice la Escritura: Maldito sea el que no cumple todo lo que está escrito en la ley.


Cristo nos liberó de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros, como dice la Escritura: Maldito el que está colgado en un madero,


Por eso, cuando el Señor, tu Dios, te haya puesto a seguro de todos tus enemigos que te rodean, en la tierra que está para darte en heredad, borrarás el recuerdo de Amalec de debajo del cielo. No lo olvides.


No metas en tu casa tal cosa, pues serías, como ella, consagrado al exterminio. Las tendrás por inmundas y abominables, como cosas prohibidas y consagradas al exterminio.


Josué pronunció este juramento delante del Señor: 'Maldito el hombre que venga a edificar esta ciudad. Pondrá los cimientos sobre su primogénito, y sobre su hijo menor levantará las puertas'.


Pero los israelitas cometieron una falta en lo tocante a las cosas consagradas al exterminio: Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, tomó lo que estaba consagrado al exterminio, y la ira del Señor se encendió contra los israelitas.


Josué dijo: '¿Por qué nos has traído la desgracia? Ahora, que el Señor haga caer sobre ti la desgracia'. Y todos los israelitas lo mataron a pedradas.


Matad a todos los varones y a todas las mujeres que no sean vírgenes, pero dejad con vida a las vírgenes'. Así lo hicieron.


Porque nosotros no podemos darles por mujeres a nuestras hijas, ya que los israelitas hicieron este juramento: Maldito quien dé mujer a Benjamín'.


Se preguntaron: '¿Quién de entre todas las tribus de Israel no acudió a la asamblea del Señor?'. Porque habían jurado solemnemente que quien no subiese a Mispá ante el Señor sería castigado con la muerte.


El Señor te mandó a esta expedición y te ordenó: Anda y destruye a esos pecadores amalecitas, y hazles la guerra hasta acabar con ellos.


Anda, castiga a Amalec y destruye sin piedad todas sus cosas; mata hombres y mujeres, mayores y pequeños, bueyes y ovejas, camellos y asnos'.


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