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Jeremías 13:18 - Biblia Martin Nieto

18 Di al rey y a la reina: Sentaos en el suelo, porque ha caído de vuestra cabeza vuestra magnífica corona.

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Biblia Reina Valera 1960

18 Di al rey y a la reina: Humillaos, sentaos en tierra; porque la corona de vuestra gloria ha caído de vuestras cabezas.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

18 Diles al rey y a su madre: «Desciendan de sus tronos y siéntense en el polvo, porque sus coronas gloriosas pronto serán arrebatadas de su cabeza».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 Di al Rey y a la Reina Madre: Siéntense en el suelo, porque ha caído de sus cabezas su corona gloriosa.

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 Di al rey y a la soberana: ¡Sentaos humillados! Porque la corona de vuestra gloria ha caído de vuestras cabezas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 Di al rey y a la reina madre: Sentaos más abajo, porque cayó de vuestra cabeza vuestra gloriosa corona.

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Jeremías 13:18
30 Tagairtí Cros  

Entonces Jeconías, rey de Judá, salió al encuentro del rey de Babilonia, él y su madre, sus cortesanos, sus magnates y sus eunucos. Y el rey de Babilonia los capturó al año octavo de su reinado.


Llevó cautivos a Babilonia a Jeconías y a la madre del rey, a sus mujeres, a sus eunucos y a los nobles del país.


En medio de su angustia imploró al Señor, su Dios, y se humilló profundamente delante del Dios de sus padres.


Su oración y su acogida, todas sus prevaricaciones y su impiedad, los lugares en los que levantó altares y puso imágenes de Aserá e ídolos antes de su conversión, están escritos en las crónicas de Jozay.


Pero no se humilló delante del Señor, como se había humillado su padre Manasés; al contrario, aumentó su culpabilidad.


Moisés y Aarón se presentaron al Faraón, y le dijeron: 'Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te negarás a humillarte delante de mí? Deja salir a mi pueblo para que me sirva.


la tiara, los adornos de los turbantes, los calzones y


porque la riqueza no es eterna y un tesoro no se transmite de generación en generación.


diademas, cadenillas de pies, cinturones, frascos de perfume y amuletos,


Llanto y lamento habrá en tus puertas, y yacerás desolada en el polvo.


¡Baja, siéntate en el polvo, virgen, hija de Babilonia! Siéntate en tierra, destronada, hija de los caldeos. Pues no se te llamará más la dulce, la exquisita.


Por mi vida -dice el Señor- que aunque Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, fuera un anillo en mi mano derecha, le arrancaría de allí.


Y te arrojaré a ti y a tu madre, que te dio a luz, a otra tierra donde no habéis nacido, pero donde moriréis.


después de partir de Jerusalén el rey Jeconías y la reina madre, los eunucos, los príncipes de Judá y de Jerusalén, los herreros y los cerrajeros.


Al oír aquellas palabras, se miraron unos a otros espantados y dijeron a Baruc: 'Tenemos que comunicar sin falta al rey todo esto'.


Ha desaparecido de Sión todo su esplendor; sus jefes parecían ciervos que no encuentran pasto: iban caminando sin fuerzas delante del perseguidor.


¡Hasta en sus ropas hay inmundicia! No pensaba en este fin; se hundió estruendosamente ¡y nadie la consuela! Mira, Señor, su aflicción, que el enemigo triunfa.


En tierra están sentados y enmudecen los ancianos de la hija de Sión; han esparcido ceniza en su cabeza, se han vestido de sayal; doblegan su cabeza hasta la tierra las doncellas de Jerusalén.


Ha caído de nuestra cabeza la corona. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado!


puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas y una espléndida corona en tu cabeza.


Pues el rey de Babilonia se ha detenido en una encrucijada donde los dos caminos se dividen, para consultar a la suerte. Ya sacude las flechas, interroga a sus ídolos, examina el hígado.


Suspira en silencio, no hagas luto; cíñete el turbante a tu cabeza, ponte en los pies las sandalias; no te cubras la barba, no comas el pan del duelo'.


Llevaréis vuestro turbante a la cabeza y las sandalias en los pies; no os lamentaréis ni lloraréis, sino que os consumiréis a causa de vuestras iniquidades y os lamentaréis unos con otros.


Llevarán en la cabeza turbantes de lino y fajas de lino a los riñones, pero no se vestirán nada que provoque el sudor.


Pero tan pronto como se ensoberbeció su corazón y su espíritu se obstinó en el orgullo, fue depuesto de su trono real y se le quitó su gloria.


El rey de Nínive, al enterarse, se levantó de su trono, se quitó el manto, se vistió de saco y se sentó en el suelo.


El que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de Dios'.


Humillaos ante el Señor. Él os ensalzará.


Humillaos, pues bajo la poderosa mano de Dios, para que os ensalce a su debido tiempo.


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