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Isaías 24:8 - Biblia Martin Nieto

8 Ha cesado la alegría de los tambores, ha acabado el bullicio de las fiestas, ha terminado el son de las cítaras.

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Biblia Reina Valera 1960

8 Cesó el regocijo de los panderos, se acabó el estruendo de los que se alegran, cesó la alegría del arpa.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Se ha callado el alegre sonido de las panderetas; ya no se escuchan los felices gritos de celebración y las melodiosas cuerdas del arpa están silenciosas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Ya no tocan los tambores, ni resuenan las guitarras, ha cesado el bullicio de la fiesta.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Cesa el júbilo de los panderos, Cesa el bullicio de quienes se divierten, Cesa la armonía del arpa.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Cesó la alegría de los tambores, acabó el alborozo de los bulliciosos, cesó la diversión de la cítara.

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Isaías 24:8
16 Tagairtí Cros  

Y aquella noche sea estéril, ignore los clamores de júbilo.


¡Mi arpa ha acompañado a los cantos de duelo, mi flauta a la voz de plañidores!


En los sauces de al lado teníamos colgadas nuestras cítaras.


La alegría y el júbilo han huido de los huertos; ya no hay en las viñas alborozo ni clamores de fiesta; ya no se pisa el vino en el lagar, ha enmudecido el canto.


Cítara y arpa, tambor, flauta y vino no faltan en sus banquetes; pero no piensan en la obra del Señor, no atienden a la hechura de sus manos.


Por eso el abismo ha ensanchado sus fauces, ha abierto su boca sin medida; ¡baja allá la grandeza (de Sión) y su turba bulliciosa y alegre!


porque esto dice el Señor todopoderoso, Dios de Israel: Voy a suprimir de este lugar, a vuestros ojos y en vuestros días, los gritos de gozo y algazara, los cantos del esposo y de la esposa.


Haré desaparecer de entre ellos los gritos de alegría y algazara, el canto del esposo y de la esposa, el ruido del molino y la luz de la lámpara.


Y yo haré cesar en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén los gritos de júbilo y algazara, los cantos del esposo y de la esposa, porque el país se convertirá en una desolación.


Los ancianos han dejado de acudir a la puerta, han dejado sus músicas los jóvenes.


Pondré silencio a tus armoniosas canciones, no se volverá a oír el son de tus cítaras.


En Edén, jardín de Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda; de oro era el borde de tu manto, de oro las incrustaduras, todo a punto desde el día en que fuiste creado.


Por eso volveré a tomar mi trigo a su tiempo y mi vino a su estación, y recobraré mi lana y mi lino con que ella cubría su desnudez.


Por eso ahora irán desterrados a la cabeza de los cautivos y cesará el júbilo de los sibaritas.


Y ya no se oirán en ti las voces de los citaristas, de los músicos, de los flautistas y de los trompeteros; y no se volverá a encontrar en ti artífice de cualquier arte; ni se oirá más el ruido de la muela;


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