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Ezequiel 1:16 - Biblia Martin Nieto

16 El aspecto de las ruedas, su estructura, resplandecía como el crisólito. Tenían las cuatro la misma forma y parecían dispuestas como si una estuviese en medio de la otra.

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Biblia Reina Valera 1960

16 El aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del crisólito. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 Las ruedas brillaban como si fueran de berilo. Las cuatro ruedas se parecían y estaban hechas de la misma manera; dentro de cada rueda había otra rueda, que giraba en forma transversal.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 Esas ruedas centelleaban como piedras preciosas, y las cuatro tenían la misma forma. Cada rueda era doble: parecía como dos ruedas entrecruzadas.

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 El aspecto de las ruedas era como el brillo del crisólito; las cuatro tenían la misma apariencia, y su hechura era como si una rueda estuviera encajada en medio de la otra,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 El aspecto de las ruedas y su estructura era como el centelleo del topacio. Las cuatro tenían la misma forma; su aspecto y su estructura era como si una rueda estuviera encajada dentro de la otra.

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Ezequiel 1:16
11 Tagairtí Cros  

Las ruedas eran como las de carro; y los ejes, llantas, rayos y cubos, todo de bronce.


Hace cosas grandes e insondables, maravillas que contarse no pueden.


Pero tu amor, Señor, llega hasta el cielo, y tu lealtad hasta las nubes,


Dichoso el hombre que en el Señor ha puesto su esperanza y no se ha ido con los arrogantes ni con los que se pierden en engaños.


en la cuarta, un crisólito, un ónice y un jaspe. Todas ellas encajadas en engarces de oro.


Sus brazos, barras de oro, engastadas con piedras de Tarsis; su vientre, una masa de marfil guarnecida de zafiros.


Su cuerpo parecía de crisólito, su rostro era como el fulgor del relámpago, sus ojos como antorchas encendidas, sus brazos y sus pies como el destello del bronce bruñido y el rumor de sus palabras como el ruido de una multitud.


Yo seguía observando: se instalaron unos tronos, y un anciano se sentó. Sus vestiduras eran blancas como la nieve; como lana pura el cabello de su cabeza; su trono era de llamas, con ruedas de fuego ardiente.


¡Qué profundidad de riqueza, de sabiduría y de ciencia la de Dios! ¡Qué incomprensibles son sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!


Así, de ahora en adelante, por medio de la Iglesia, los principados y potestades celestiales podrán conocer la incalculable sabiduría de Dios,


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