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Esdras 8:36 - Biblia Martin Nieto

36 Y se entregaron los decretos del rey a los sátrapas reales y a los gobernadores de Transeufratina, los cuales ayudaron al pueblo y al templo de Dios.

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Biblia Reina Valera 1960

36 Y entregaron los despachos del rey a sus sátrapas y capitanes del otro lado del río, los cuales ayudaron al pueblo y a la casa de Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

36 Los decretos del rey fueron entregados a sus funcionarios de más alta posición y a los gobernadores de la provincia situada al occidente del río Éufrates, quienes colaboraron dando su apoyo al pueblo y al templo de Dios.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

36 Se despacharon las ordenanzas del rey a los gobernadores y a los jefes de la provincia al otro lado del Eufrates, quienes entregaron su ayuda para el pueblo y para el Templo de Dios.

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La Biblia Textual 3a Edicion

36 Después entregaron los edictos del rey a los sátrapas° del rey y a los gobernadores de Más Allá del Río, los cuales favorecieron al pueblo y a la Casa de Dios.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

36 Se entregaron también a los sátrapas reales y a los gobernadores de Transeufratina los decretos del rey en favor del pueblo y del templo de Dios.

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Esdras 8:36
11 Tagairtí Cros  

Tatenay, gobernador de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas ejecutaron puntualmente lo que el rey Darío había ordenado.


Luego dije al rey: 'Si le parece bien al rey, tenga a bien darme cartas para los gobernadores de Transeufratina, a fin de que me dejen libre el paso hasta Judá,


El trece del primer mes, el de nisán, fueron convocados los secretarios del rey para sacar copias de las órdenes reales y mandarlas a todos los sátrapas del rey, a los gobernadores de las provincias y a los jefes de cada pueblo, según la escritura de cada provincia y la lengua de cada pueblo. Las copias fueron firmadas en nombre del rey Asuero y selladas con su anillo real.


Los jefes de las provincias, los sátrapas, los gobernadores y los funcionarios reales defendían a los judíos por miedo a Mardoqueo.


Cuando el Señor se complace en la conducta de un hombre, reconcilia con él incluso a sus enemigos.


Como quería ir a Acaya, los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos para que le hicieran una buena acogida. Una vez allí, con la gracia de Dios, ayudó mucho a los creyentes.


Pero la tierra vino en ayuda de la mujer, abrió su boca y se tragó el río que el dragón había arrojado de su boca.


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