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Daniel 8:17 - Biblia Martin Nieto

17 Gabriel se llegó donde yo estaba. Cuando se acercó, quedé espantado y caí de bruces. Él me dijo: Hijo de hombre, entiende que la visión se refiere al tiempo del fin.

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Biblia Reina Valera 1960

17 Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 Cuando Gabriel se acercó al lugar donde yo estaba, me aterroricé tanto que caí rostro en tierra. «Hijo de hombre —me dijo—, debes comprender que los sucesos que has visto en tu visión tienen que ver con el tiempo del fin».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 Se dirigió entonces al sitio donde me encontraba, pero al acercárseme me asusté y caí con el rostro en tierra. Me dijo: 'Hijo de hombre, entiende que esta visión se refiere al tiempo del fin'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 Por lo cual se acercó adonde yo estaba, y cuando vino quedé petrificado, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Vino hacia mí y, cuando se acercó, me sentí atemorizado y caí rostro en tierra. Él me dijo: 'Debes entender, hijo de hombre; que la visión se refiere al tiempo del fin'.

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Daniel 8:17
27 Tagairtí Cros  

Abrán se postró rostro en tierra, y Dios continuó diciendo:


semejante al arco iris que aparece en las nubes en un día de lluvia; tal era el fulgor que despedía. Esta visión era como la imagen de la gloria del Señor. A su vista yo caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba.


La voz me dijo: 'Hijo de hombre, levántate, que voy a hablarte'.


Después me hizo entrar por la puerta del norte hasta la fachada del templo. Miré y vi que la gloria del Señor llenaba el templo del Señor, y caí de bruces en tierra.


'Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia los montes de Israel y profetiza contra ellos así:


Y me dijo: 'Daniel, hombre preferido por Dios, presta atención a las palabras que te voy a decir e incorpórate, pues ahora he sido enviado a ti'. Al decirme esto, me incorporé temblando todavía.


Entonces un ser de aspecto humano me tocó los labios. Abrí mi boca, hablé y dije a aquel que estaba delante de mí: 'Señor mío, con esta aparición me invade un malestar y me quedo sin fuerzas.


En cuanto a los dos reyes, su corazón no pensará más que en hacerse daño y, aun sentados a la misma mesa, se dirán mentiras. Pero nada lograrán, pues falta tiempo aún para el momento fijado.


Al final se enfrentará a él el rey del sur; pero el rey del norte se levantará contra él con sus carros y jinetes y con numerosas naves, entrará en su país, lo invadirá y lo atravesará.


Y tú, vete a descansar; te levantarás para recibir tu suerte al final de los días'.


Tú, Daniel, mantén en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo prefijado. Muchos andarán perplejos, pero aumentará el saber.


Entonces el rey Nabucodonosor cayó rostro en tierra y se postró ante Daniel y ordenó que le ofrecieran sacrificios e incienso.


Me acerqué a uno de los que estaban allí de pie y le rogué que me informara del sentido de todo aquello. Él me respondió y me indicó la interpretación de las visiones:


Mientras yo, Daniel, contemplaba la visión y trataba de comprenderla, vi que se situó ante mí uno, en forma de hombre,


Y dijo: 'Mira, voy a manifestarte lo que sucederá al final de la ira, pues esto se refiere al tiempo fijado para el fin.


Entonces yo, Daniel, me sentí sin fuerzas y estuve enfermo algunos días. Después me levanté y me seguí ocupando de los asuntos del rey. Pero continuaba asustado por la visión, que me resultaba incomprensible.


Al comienzo de tu oración se pronunció una palabra y he venido a comunicártela, porque tú eres el preferido por Dios. Presta, pues, atención a la palabra y entiende la visión.


Hará un pacto firme con mucha gente durante una semana, y a la mitad de la semana pondrá fin a los sacrificios y a las ofrendas. Y en el templo se cometerá un sacrilegio horrible, hasta que la ruina decretada caiga sobre el devastador'.


pues es aún una visión para una fecha fija, llegará a su término y no fallará; si tarda, espérala, pues llegará en el momento preciso'.


Alzaron ellos sus ojos y no vieron a nadie, sino sólo a Jesús.


Al verle, caí a sus pies como muerto; pero él me tocó con su mano derecha, y me dijo: 'No tengas miedo; soy yo, el primero y el último, el viviente;


Yo, Juan, soy el que he oído y visto estas cosas. Cuando las oí y vi, caí a los pies del ángel que me las había mostrado para adorarlo.


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