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2 Reyes 23:2 - Biblia Martin Nieto

2 fue al templo del Señor con todos los hombres de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, chicos y grandes, y leyó ante ellos todas las palabras del libro de la alianza encontrado en el templo del Señor.

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Biblia Reina Valera 1960

2 Y subió el rey a la casa de Jehová con todos los varones de Judá, y con todos los moradores de Jerusalén, con los sacerdotes y profetas y con todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Luego subió al templo del Señor junto con todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, acompañado por los sacerdotes y los profetas: toda la gente, desde el menos importante hasta el más importante. Allí el rey les leyó todo el libro del pacto, que se había encontrado en el templo del Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Subió a la casa de Yavé acompañado de todos los hombres de Judá, de todos los habitantes de Jerusalén, de los sacerdotes y de los profetas, de todo el pueblo desde el más chico hasta el más grande. Delante de ellos leyó todas las palabras del Libro de la Alianza que había sido encontrado en la casa de Yavé.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Y el rey subió a la Casa de YHVH, y cada hombre de Judá y todos los habitantes de Jerusalem iban con él, así como los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor. Entonces él leyó a oído de ellos todas las palabras del Rollo del pacto que había sido hallado en la Casa de YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Subió luego el rey al templo de Yahveh, acompañado de todos los hombres de Judá y de todos los habitantes de Jerusalén: los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor; y leyó ante ellos todas las palabras del libro de la alianza encontrado en el templo de Yahveh.

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2 Reyes 23:2
18 Tagairtí Cros  

y dejaron ciegos a los hombres que estaban ante la puerta, desde el más joven hasta el más anciano, de tal modo que no pudieron encontrar la puerta.


En el arca no había más que las dos tablas de piedra, que puso allí Moisés en el Horeb, cuando el Señor hizo la alianza con los israelitas a su salida de Egipto.


Jelcías, el sumo sacerdote, dijo a Safán, el secretario: 'He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor'. Jelcías dio el libro a Safán, quien lo leyó.


Todo el que no buscara al Señor, Dios de Israel, sin distinguir entre grandes o pequeños, hombres o mujeres, sería condenado a muerte.


Con el libro de la ley del Señor fueron recorriendo las ciudades de Judá y enseñando al pueblo.


En aquel tiempo, leyendo el libro de Moisés en presencia del pueblo, se encontró escrito en él que los amonitas y los moabitas no debían entrar jamás a tomar parte en la comunidad de Dios,


En pie, y cada uno en su sitio, leyeron en el libro de la ley del Señor, su Dios, durante tres horas; y durante otras tres horas confesaron sus pecados y adoraron al Señor, su Dios.


Transcurridos aquellos días, ofreció también un banquete durante siete días a toda la población de la ciudad de Susa, chicos y grandes, en el patio del jardín real.


Allí se mezclan grandes y pequeños, y el esclavo se ve libre de su amo.


bendecirá a los fieles del Señor, chicos y grandes.


Palabra dirigida a Jeremías de parte del Señor, después que el rey Sedecías contrajo con todo el pueblo de Jerusalén un compromiso para proclamar una manumisión:


Pero con la ayuda de Dios me mantengo hasta hoy dando testimonio a chicos y grandes, no afirmando nada fuera de lo que los profetas y Moisés dijeron que había de suceder:


'Tomad este libro de la ley y ponedlo al lado del arca de la alianza del Señor, vuestro Dios; que esté allí como testimonio contra ti,


Vi los muertos, grandes y pequeños, en pie delante del trono; entonces fueron abiertos los libros; fue abierto también otro libro, el libro de la vida. Y los muertos fueron juzgados según el contenido de los libros, cada uno según sus obras.


Habían hecho prisioneros a las mujeres y a todos los demás, chicos y grandes, pero sin matar a nadie. Los habían llevado y proseguían su camino.


Cuando la llevaron, la mano del Señor descargó sobre la ciudad y hubo en ella gran pánico, pues hirió a las gentes de la ciudad, desde el pequeño hasta el grande, y les salieron tumores.


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